Queridos muchachos y muchachas, la violencia está haciendo estragos en nuestra sociedad y la sangre derramada de Abel por culpa de su hermano Caín clama al cielo. El primer crimen de la humanidad se dio entre dos hermanos por culpa de la envidia, provocada por la soberbia. Les quiero decir hoy que la soberbia ha hecho tanto daño a la humanidad, quizá más que cualquier otro pecado. El creerme Dios y actuar despreciando a los demás porque los considero inferiores a mi, ha causado y sigue causando graves problemas en los seres humanos.
El soberbio, el orgulloso de lo que es, considerándose por encima de otros, busca que le rindan adoración. Siempre cree que tiene la razón y que es el único ser pensante en su grupo. Siempre genera conflictos y divisiones y busca echar abajo al que se atreva a enfrentársele o ponerse en el lugar que él ocupa. La soberbia puede extenderse como una plaga y contaminar a todo un país, como en el caso de los imperios o en el de dictadores que oprimen a sus pueblos, o de jefes de empresas que explotan a sus trabajadores, o líderes religiosos que tienen mucho poder y manipulan con el miedo o maridos en las casas que tienen a sus esposas como simples esclavas.
Joven, ¿como está tu alma, tu familia? ¿Vives contigo mismo y con tu gente en paz o lo contrarío, en la violencia? La violencia, maltrato, gritos y divisiones en los hogares son muros que separan a la familia. Pero Cristo es la paz, el camino, la verdad y la vida. Joven, lleva la paz a tu casa convirtiéndote en un muchacho o muchacha de oración. Sí en tu casa hay problemas, llénate del Señor, haz oración profunda, lee la Palabra, únete a un grupo juvenil y participa en los sacramentos, confesando y comulgando. Tú puedes ser el elemento de cambio y contrarrestar la violencia con la paz. Convierte la oración en un hábito, así como leer la Biblia y bendecir los alimentos.
También es importante el diálogo y la comunicación, porque es lindo cuando la familia asiste unida a misa, sale junta a pasear y tiene juegos en común en casa. Tienen una obligación moral haciendo todo lo que puedan para que el Señor reine en la casa. Muchachos, contribuyan para que en su casa reine realmente el amor y la paz, porque créanme, así se vive mas a gusto.
Muchachos y muchachas, ¡quién como Dios, quien más grande que el Señor! Aparta de ti el pecado de la soberbia que descontrola tu ser, causa que tus instintos estén por encima de la razón y que las emociones te dañen, apareciendo sentimientos de crueldad engendrados por el odio. Conviértete en un muchacho o muchacha de paz, no cierres nunca tu puño para agredir ni levantes la voz para insultar. Vive en Cristo que es el Dios Hombre de la paz y con El serás... ¡INVENCIBLE!