MENSAJE
''Hoy me acordé de mis abuelos''
- Hermano Pablo
"Esta mañana
iba sentado en el autobús que me lleva de Alajuela a San José,
cuando entró una jovencita acompañada de un campesino que,
al parecer, era su abuelo. Ella ocupó un asiento vacío detrás
del mío, y le dijo a su acompañante que se sentara en el que
estaba a mi lado...
"Este campesino era sumamente rústico... Su rostro revelaba
una vida de trabajo rudo bajo el Sol, y su fisonomía no era nada
agradable. Andaba sin afeitarse, con las uñas sucias, aunque con
ropa aseada. Llevaba un sombrero que acentuaba su origen. Miraba nervioso
a todas partes y se agarraba del asiento como el que nunca ha montado en
autobús... huyéndoles a las personas del pasillo, se acercaba
demasiado a mí, y casi me tocaba la cabeza con el ala de su sombrero.
Me sentí molesto.
"En medio de mi desagrado, sentí un toque del cielo...
Se me ocurrió que aquel campesino bien pudiera haber sido uno de
mis abuelos, a quienes nunca conocí, y que eran campesinos como él,
y tal vez igualmente rústicos. Antonio y Rafael, que así se
llamaban, nunca salieron del campo, y allí murieron relativamente
jóvenes sin haber conocido a casi ninguno de sus nietos. Gastaron
su vida ajo el Sol, tras las yuntas de bueyes, y doblados al surco a fin
de mantener a su familia.
"Este campesino también podía ser yo mismo si mis
padres no se hubieran ido a la ciudad antes de yo nacer. Si hubieran seguido
viviendo en el campo, ahora yo sería un rústico guajiro cubano.
"En ese momento el autobús pasó frente a un pequeño
cementerio cerca del aeropuerto... Contemplé las cruces y pensé
en la muerte. Me di cuenta de que, al final, tanto el cuerpo de ese rústico
campesino costarricense como el de este guajiro cubano pulido por las circunstancias
de la vida y bendecido por la misericordia de Dios van a ir la mismo sitio.
Allí los gusanos no van a preguntar si sabíamos historia,
literatura o psicología. A ellos no les importa si uno cultiva la
tierra o si escribe versos. Se lo comen a uno de todos modos. Allí
terminan el desprecio de los ricos por los pobres y la envidia de los pobres
por los ricos.
"Volví a mirar el rostro del campesino... Lo vi un poco
diferente. Lo vi un poco diferente. Era un ser humano a quien Dios ama.
Era un hombre tan valioso como yo ante los ojos del Creador...
"Llegamos a la capital de Costa Rica. El autobús se detuvo...
¡Qué bueno si me hubiera atrevido a saludar a aquel hombre
de campo! Me hubiera gustado decirle aunque fuera: "Me llamo Luis.
¿Cómo se llama usted ?" ...el campesino, sumamente nervioso,
trató de ponerse de pie... La jovencita que lo acompañaba
lo sujetó y le dije : "Espérese, don Luis".
"Y don Luis bajó casi de la mano por quien parecía
su nieta. El otro Luis lo contempló por última vez, pidiéndole
a Dios que bendijera a su tocayo..."
Si bien muchos nos identificamos con el trasfondo y la experiencia
que nos cuenta Luis Bernal Lumpuy en estas reflexiones, lo que más
nos hace falta es tener esa actitud ante la vida, que lo lleva a concluir:
"Volví a pensar en Dios, agradecido.
Volví a darle gracias porque me ha permitido ver, tener y disfrutar
de cosas que no vieron, ni tuvieron ni disfrutaron mis abuelos ni mis padres".
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