Nos hemos acostumbrado a escuchar el refrán que dice: "en la puerta del horno se quema el pan". Sin embargo, en medio del avance del fenómeno de la globalización, el pan parece acercarse a su extinción como producto de consumo masivo.
La desaparición del pan de nuestras mesas tendría un efecto devastador para la población, sobre todo si no somos capaces de asumir otras opciones. Debemos comprender que existen situaciones que no se pueden resolver y el Estado no está en condiciones de enfrentar todo con subsidios.
Para los panaderos se impone el aumento del precio de su producto o la desaparición de presentaciones tradicionales como la llamada "michita". Argumentan los tahoneros que esto ha de ocurrir por el alto costo de la harina que a su vez es impulsado por el alza de los precios del petróleo y la fabricación de etanol a partir del maíz y la caña de azúcar.
Debemos destacar que los productores de trigo han aumentado el precio de este rubro porque lo han hecho quienes comercian con el maíz y la caña de azúcar.
Si a todo esto agregamos que los precios de los cultivos utilizados como materia prima para la producción de combustible aumentan a la velocidad con que lo hacen los del petróleo, estamos en medio de una vorágine inflacionaria como nunca había conocido el mundo.
Los molineros, los industriales panaderos y el gobierno deben buscar, a través de un diálogo permanente, las soluciones propicias que provengan de la investigación, la revisión y el ejemplo tomado de otros países que empiezan a hacer frente con éxito a este problema.
Este asunto es serio y no solo por el lado del consumo sino también porque serían afectadas más de 700 panaderías, muchas de ellas dentro del rango de las pequeñas y medianas empresas que, en conjunto, darían empleo a unas 300 mil personas, un importante porcentaje del universo laboral panameño.
Estas experiencias no son nuevas. Debemos recordar, guardando proporciones, que el reformador social de Panamá, Arnulfo Arias, dijo en cierta ocasión que el pueblo debería "comer yuca con miel", ya que por aquellos tiempos abundaban los trapiches y las siembras de yuca y nadie moría por no comer pan.
Para enfrentar todos estos problemas, es tiempo ya que le demos importancia a la investigación, cuyos métodos se han tornado más accesibles gracias al desarrollo de la tecnología y lo expedito de las comunicaciones; también debemos aprender a adaptarnos a los cambios si queremos sobrevivir.
La riqueza de nuestra biodiversidad, cultura, cocina y cultivos debe ser aprovechada para enfrentar los retos que constantemente está imponiendo el proceso de globalización o, diciéndolo de otra forma, la tendencia a globalizar la pobreza en el mundo.