Antes de 1999, la basura en la ciudad capital hacía olas babilónicas. Perro o gato muerto por atropello y fuga, se pulverizaba en el lugar del crimen, merced al accionar del sol y el viento. Sólo las escorrentias octubrinas con sus gruesos torrentes caídos del cielo, se atrevían a transportar voluntariamente las osamentas y cueros putrefactos revueltos con toneladas de desechos orgánicos, sólidos y otros no tan biodegradables, hasta la maltratada bahía, nombrada por un poeta puertorriqueño como el bacín de Panamá. Para el 2000, aumentó la basura en bolsas, como resultado de la conciencia ciudadana despertada por ANCÓN con sus mensajes ambientalistas.
Ya para el 2001, con la nueva autoridad capitalina, se podía respirar sin agobio en la misa dominical de la iglesia de piedra de Río Abajo, pues la pestilente montaña de desechos que perduro por doce años despareció en un abrir y cerrar de ojos. Lo mismo sucedió en el Puente del río Tapia de Pedregal y en muchos rincones escondidos de los 18 corregimientos distritales.
En el 2002 turistas comentaban lo limpio de la emblemática ciudad, mientras se recogían arriba de 800 toneladas diarias de desperdicios. Ese año se contrataron las ejecutivas barrenderas, el Concejo aprobó construir en Cerro Patacón, enormes tinas de lixiviado para evitar la contaminación de Fuentes hídricas cercanas. Del 2004 al 2007, se adquirieron equipos para el aseo, pues con la velocidad con que crecía la economía y el despilfarro, aumentó la población habitual, la flotante y la basura.
En el 2008, Patacón lucia nuevas tinas de lixiviado y otras con geomembranas. El aproximado de recolección diario del ano 2000 (800 toneladas), se elevó a 1,500 toneladas. Los abogados traban una planificada licitación de equipo, que descarriló todo un proceso. Ya la destrabaron hace un par de meses y se está observando nuevamente, el trabajo de un ambientalista que promete años mejores.