Para analizar el discurso pronunciado por el Presidente Martín Torrijos ante el pleno de la Asamblea Nacional el pasado 1 de marzo, es necesario ubicarse en un punto equidistante entre la adulación y la crítica malsana de quienes se oponen a su gestión administrativa, porque en esta ocasión el mandatario ha resaltado su disposición de reducir el nivel de pobreza, en reemplazo de conceptos como austeridad, eficiencia y competitividad.
El fracaso del neoliberalismo en América Latina no es más que la derrota de las clases políticas tradicionales que han confundido el enriquecimiento personal con los procesos de privatización y aperturas.
De esta manera, Torrijos demuestra su visión y representa un verdadero cambio de dirección ante la posibilidad de que Panamá pudiera estar tomando un rumbo equivocado.
En este sentido, el Jefe del Ejecutivo indicó que los principales problemas del país son la pobreza, el desempleo, la inequidad, la seguridad pública, el combate a la corrupción y la necesidad de reformar la educación.
Por eso, Torrijos ha destacado como logro que unas 15 mil familias de los 25 corregimientos más pobres del país recibirán un apoyo de 35 balboas mensuales a cambio de participar en los programas de salud, educación y otros.
Esta medida rompe con los antiguos esquemas de gobiernos anteriores que temían ser calificados por los organismos financieros internacionales como paternalistas por buscar opciones nacionales que garanticen el derecho a la vida de los ciudadanos.
Además, el Programa de Desarrollo Comunitarios para la infraestructura pública, establecido con los recursos del Canal de Panamá, demuestra que la riqueza debe llegar a los más necesitados.
Mostrar dudas ante el camino a seguir frente al fenómeno de la globalización es un error, como demuestran los casos de Venezuela y Bolivia; mientras que el de China Continental alcanza crecimiento económico promisorio, pero distanciando a una clase social del resto que se va empobreciendo más ante la creciente brecha.
El mensaje tiene una virtud, la conciencia de que lo social debe ser el objeto de toda labor gubernamental, porque los desposeídos siempre forman la mayoría de un país como el nuestro.
