¿Ha notado que con frecuencia usted se queda sin monedas? ¿No se ha preguntado la causa? ¿No? Bueno, debo recordarle que este sencillito de diez y venticinco centavos no desaparecen por arte de magia. Estas monedas van a parar en las ranuras de las famosas pesas que están hábilmente instaladas en las farmacias y en los supermercados del país.
Recuerda la quincena pasada que su esposa le pidió un sencillo. ¿Qué usted cree que fue a hacer? Ni más ni menos que ella se dirigió a una maquinita de esas donde sale la voz de una mujer que te dice: "Párese firme. No respire. Su peso es (...) Sus números de tu fortuna son (...)"
Las máquinas para pesarse son "odiadas" y "queridas" a la vez, pues, cuando el peso es menor, las clientes se alegran, pero, cuando es mayor, patean el aparato y dicen: "Eso no puede ser. La semana pasada hice muchos ejercicios de spinnig y me tomé un par de pastillas especiales para quemar calorías, además comí mucha ensalada con lechuga romana, de esas que me recetó la nutricionista". "Esta pesa está dañada".
Definitivamente que estas cosas de la dieta nos tienen a todos en corredera, tanto a los hombres como a las mujeres, pero lo cierto es que nadie puede rebajar si no se propone.
Ha habido casos donde el compañero y compañera de trabajo rechaza un pedazo de dulce, dizque por la dieta, cuando en realidad durante la noche saca de la nevera el helado de chocoalmedra que compró hace días.
Si usted anda en un relajo con su dieta, debe ser más serio en este asunto porque se supone que ha invertido dinero en aparatos que están tirados en una parte exclusiva de su casa.
No tire el dinero a la basura. Muéstrele sus pompis a su esposo y haga saber que la dieta está sirviendo, además dígale a él que también baje esa barriga porque ambos deben ponerse "fashion" para salir agarraditos de la mano por ahí.