En una calle oscura al occidente de San Salvador, capital de la República de El Salvador, un joven cae abatido por una ráfaga de disparos. A su diminuto cuerpo inerte no le cabía un proyectil más, tampoco tatuajes, los cuales adornaban cada parte de su anatomía y lo identificaban como integrante de una de las maras del país.
Casi a la misma hora en el populoso barrio de El Chorrillo, en la Ciudad de Panamá, otro adolescente corría la misma suerte: caía bajo fuego enemigo de una pandilla contraria.
Lo narrado fueron hechos que no se dieron, pero que ocurren cotidianamente en países de América Central. Es la realidad de la violencia juvenil en el istmo, que va más allá de enfrentamientos entre maras o pandillas y que mantienen en estado de alerta a las autoridades.
El término violencia juvenil se aplica a jóvenes involucrados en asesinatos no relacionados con pandillas, robos, hurtos, enfrentamientos armados. Por ello, la Comisión Regional de Prevención de la Violencia Juvenil adscrita al Proyecto de Seguridad del Sistema de Integración Centroamericano y que contó con la participación de delegaciones de Belice, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica y Panamá, aborda el tema en una reunión de dos días y preparará una reunión de Ministros de Seguridad y de Gobierno del área.
REALIDAD QUE SE ESCAPA DE LAS MANOS
Según un reciente informe de una agencia internacional, en América Central, cerca de 200 mil personas integran grupos al margen de la ley como maras o pandillas, sin embargo, esa cifra no es avalada por el experto Edgardo Amaya, asesor del Ministerio de Seguridad Pública de El Salvador.
Según Amaya, en los países se hacen redadas y se atrapan a muchos jóvenes involucrados en violencia que no necesariamente forman parte de pandillas o maras y los registran como tales.
Pero la realidad de la violencia juvenil llama a la reflexión. Provocada en muchas ocasiones por males sociales como familias disfuncionales, entorno agresivo, problemas educativos y culturales, falta de oportunidades laborales y una verdadera orientación espiritual, cada vez más jóvenes se ven atraídos a integrar esos grupos violentos.
AL SERVICIO DE ORGANIZACIONES CRIMINALES
En la reunión del proyecto de seguridad del SICA-PNUD se hizo un llamado a los Estados a no dejarse ganar la batalla, pues las organizaciones criminales en su mayoría amparadas con los recursos del narcotráfico y delitos conexos, están cada vez más moviendo los tentáculos para reclutar a jóvenes integrantes de maras o pandillas, y en riesgo social, para realizar trabajos como sicariato, tumbe de drogas, asaltos y otros delitos.
Amaya reconoció que la lucha contra el narcotráfico en países como México y Colombia empuja a los carteles a la región a la que ya no sólo la consideran una ruta de paso de la droga, sino como mercado interno, cuya disputa genera un aumento de asesinatos en los diferentes países.
¿MANO DURA O MANO AMIGA?
Amaya considera que una combinación de ambos, porque las autoridades deben fortalecer estrategias represivas con más recursos a sus fuerzas policiales, investigativas y judiciales aplicando estrategias de inteligencia que ubique a los cabecillas de esos grupos. Por otro lado, incrementar los planes para atender las causas que generan la violencia, trabajando en disminuir las inequidades sociales, fortalecimiento del sistema educativo y mayores oportunidades laborales.
El director del Proyecto de Seguridad Integral (PROSI) de Panamá, Manuel Zambrano, coincidió en que el problema de la violencia tiene aristas complejas que a veces se originan en la familia.
Acotó que no necesariamente una familia disfuncional es aquella en la que no está el padre o la madre, porque algunas veces están los dos componentes y hay problemas de valores, sin embargo, hay otras que son presididas por una abuela o un tío y están bien cimentadas.
Zambrano apoyó la idea de la Comisión de enfrentar la violencia juvenil en tres facetas: prevención primaria, secundaria y terciaria.
Prevención primaria está orientada a la niñez y adolescencia que no han cometido delito, pero que están potencialmente en riesgo a ser reclutados; la secundaria, en rescatar a los que están en bandas y pandillas; y la terciaria en trabajar con niños y adolescentes en conflicto con la ley.
DATOS
- En El Salvador: las Maras 18 y Salvatrucha están compuestas por entre 8 mil y 10 mil miembros cada una, principalmente de la capital y zonas urbanas provinciales.
- En el mismo país, cerca del 40% de los detenidos en diferentes cárceles están recluidos por asuntos relacionados con maras.
- En Panamá hay unas 240 pandillas o bandas compuestas por menores y adultos, las de más recientes creación son: Los Galácticos y Los Antipandillas, en Juan Díaz; y Más fríos que la luna en Rana de Oro, Pedregal.
- La edad de reclutamiento en esos grupos está entre los 15 y 24 años, pero se han encontrado casos que la edad baja hasta los 7 años.
- Guatemala, El Salvador y Honduras confrontan el problema más férreo de violencia juvenil, mientras que Panamá, Costa Rica, Nicaragua y Belice la situación todavía es controlable.
- Se han detectado células de las maras salvadoreñas en Nicaragua, Costa Rica y Panamá, aunque no se tienen registros de que esos grupos actúen en esos países.