MENSAJE
Ciénagas peligrosas

Hermano Pablo
Era tiempo primaveral, y la caza de pavos salvajes estaba buena, así como estaba el ánimo del veterano cazador, Jorge Leandro. Cazar pavos era su pasión, y ahora se le presentaba la oportunidad. Al perseguir un par de magníficas aves, Jorge, de treinta y nueve años de edad, pisó en lo que parecía ser una simple charca de barro. Pero tan pronto como pisó el barro se dio cuenta de que no era una simple charca. Era una ciénaga. Jorge hizo lo posible por sacar los pies, pero con cada movimiento, con cada esfuerzo que hacía, más se hundía. La ciénaga lo chupaba hacia abajo, hacia adentro del barro, y él nada podía hacer para salvarse. Comprendiendo su dilema, se quedó quieto, paralizado de horror. Durante veinte horas se fue hundiendo centímetro a centímetro. Aun sin movimiento alguno, Jorge se hundía. Perdió la cuenta del número de veces que, durante ese tiempo interminable, clamó a Dios, pero veinte horas después, cuando ya le llegaba el barro al cuello, alguien lo vio y lo rescató. Estaba ya sin fuerzas pero con vida. ¡Qué cuadro más vivo, y a la vez patético, de lo que es la vida aquí en esta tierra! Uno se mete en problemas casi sin darse cuenta, y después no halla cómo salir. Una de esas ciénagas es la falta de integridad. Al ver una oportunidad de «llevarnos» dinero o algún objeto de valor del trabajo, o de alterar las cuentas a modo de salir con algún beneficio personal, lo hacemos, sin pensar en las consecuencias. Pero más tarde aquello se convierte en una ciénaga en la cual nos hundimos sin remedio. Otra es las relaciones en nuestro matrimonio. Poco a poco, por medio de incomprensiones, discordias y malentendidos se va hundiendo nuestra ilusión y nos encontramos en una ciénaga de la cual no podemos salir. ¿Qué es lo que necesitamos? Una ayuda de afuera. Una fuerza moral y espiritual que nos dé esperanza y nos saque de ese pantano. Alguien que nos extienda una mano de ayuda. Nosotros solos nada podemos hacer. Lo cierto es que existe una fuerza moral y espiritual así. Esa fuerza es la gracia de Jesucristo. Muchos han sido rescatados de innumerables ciénagas personales. Personas sumidas en situaciones que parecen sin solución, han sido libradas de su desesperación por el poder de la gracia de Cristo. Si estamos hoy hundidos en una ciénaga que no nos suelta, Cristo está cerca para librarnos. Clamemos a Él. Él nos extenderá su mano salvadora.
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