Quién le diría a Pantaleón que lo que más amaba después de su esposa, ser militar, pondría en la cuerda floja su matrimonio, dejaría una cicatriz en su corazón y le arruinaría hasta entonces su brillante carrera militar.
En el filme "Pantaleón y las visitadoras", de Francisco Lombardi, basado en la novela homónima del escritor peruano Mario Vargas Llosas, en el Cine-Foro organizado por la Alianza Francesa y Expresiones 7, la escala de valores morales de Pantaléon, militar incorruptible, ejemplar y hombre fiel a su esposa, se resquebraja.
Asignarle a sus superiores la misión secreta en las selvas amazónicas de organizar un servicio de "visitadoras" para las tropas con el fin de frenar la ola de violaciones de mujeres peruanas por los militares fue el inicio del debacle, del señalamiento público de que él fue objeto.
Mejor le iba como militar que como "serio" empresario. Aunque contó con la guía de una proxeneta experta, La Chuchupe, el capitán Pantoja se dejó llevar por el apetito sexual. Fue "débil" ante una Olga Arellano, "La colombiana", que sabía usar su cuerpo y sensualidad como un arma de seducción infalible.
Pantaleón creyó haber cumplido su misión. Falló. Era sólo una pieza, un "pelele", un tonto útil al que sus superiores dan la espalda y empañan su hoja de vida.