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Cualquiera se tropieza

Por: Hermano Pablo | Reverendo

Era un camino pedregoso, en el crepúsculo del atardecer. Por él andaba un muchacho de once años, de esos que, como están creciendo, son torpes y desmañados. David Orchard, de Glenn Innes, Australia, era ese muchacho.

Volvía a casa después de la escuela, e iba con su hermanita Janice. De pronto tropezó con una piedra del camino. Cayó de bruces, desparramando los libros y lastimándose las rodillas, las palmas de las manos y la punta de la nariz. Pero la piedra de tropiezo era un enorme zafiro, de 575 quilates, con un valor de 375 mil dólares. "Un tropezón cualquiera da en la vida, y el corazón aprende así a vivir", dice una vieja canción.

¿Cuántos tropiezos podemos tener en esta vida? Una jovencita que se deja seducir y engañar por su novio queda embarazada y se convierte en madre soltera. Ese es un serio tropiezo de la vida.

Un administrador de una gran empresa comete una malversación de fondos, y tiene así un tropiezo por el que pierde su puesto y se le condena a varios años de cárcel.

El engaño que sufre la esposa de parte de su esposo, así como el que sufre el esposo de parte de su esposa, son tropiezos que destruyen el hogar. El estudiante que copia en los exámenes está tropezando y forjando un carácter de flojera e indignidad. Y el juez y el policía que se dejan sobornar también tropiezan, y tal tropiezo se refleja en toda la sociedad.

¿Para qué sirven los tropiezos en la vida? Sirven para perder la felicidad y el bienestar; para perder años enteros de trabajo y de lucha; para ver derrumbarse, de un solo golpe, años de buena reputación. Pero los tropiezos sirven también para aprender una lección. Sirven para levantarse de nuevo y emprender la vida con la firme decisión de no volver nunca a tropezar.

"Siete veces podrá caer el justo, pero otras tantas se levantará", dice el proverbista bíblico (Proverbios 24:16). Con fe en Dios, y siguiendo de cerca a Cristo, es posible sobreponerse a cualquier tropiezo, y es también posible caminar por esta vida sin dar tropiezos con el mal.



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