"La fuerza, no la opinión, en la reina del mundo, pero la opinión es quien hace uso de la fuerza" (Pascal).
Al escribir este artículo, no he dejado de sentir los 'jalones' en la camisa que me hace Su Majestad, la justicia panameña, empeñada en convencerme de no mencionar el hecho que a veces se quita la venda de los ojos para ver quién está delante de ella.
Lo haría, de veras que complacería a Su Majestad, pero hacerlo sería desconocer las lecciones que sobre imparcialidad ella misma me inculcó, y que, gracias a ello, mi actuar hoy día se fundamenta, precisamente, sobre la base de estar convencido que todos somos iguales ante la justicia de Dios, y ante la justicia del hombre.
Pero, ¿saben una cosa, amables lectores? La justicia a lo panameño, no practica lo que predica, así que aquello de la corrupción no debe sorprender a nadie, desde el momento que Su Majestad, la justicia panameña, esa que atisba por debajo de la venda que tiene en los ojos, pareciera que también se ha convertido en cómplice de los capos de cuello y corbata que pululan, en todos los niveles, dentro y fuera de los distintos despachos públicos.
Lo anterior me lleva a preguntar, ¿por qué los gremios abogadiles no exhiben más dinamismo en sus protestas ante esta falta de una verdadera administración de justicia?
¿Por qué el Colegio Nacional de Abogados no se expresa con contundencia, declarándose en huelga por un tiempo determinado, suspendiendo todos los negocios legales en trámite, para obligar a los diferentes estamentos judiciales, incluida la Corte Suprema de Justicia, a que se respeten sus fallos?
Señora Justicia Panameña, por mi formación la respeto, pero por su actuación, siento pena y vergüenza por usted.
¡Au Revoir!