El prototipo de belleza entre los occidentales es una herencia de la cultura griega, cuyo culto a la armonía de las formas y sus valores estéticos ha imperado en nuestras preferencias por más de dos mil años.
De allí deriva el hecho de ver en las portadas de revistas, en las pantallas de cine y televisión el afán de artistas y modelos por presentar una figura estilizada, sostenida con esfuerzos tal vez hasta límites muy cercanos al estoicismo.
Sin embargo, hemos podido tener conocimiento sobre las preferencias de algunos pueblos por tipos diametralmente opuestos a los consabidos cuerpos esbeltos y sin formas ampulosas favorecidos por los occidentales.
Por ejemplo, los hombres de Mauritania, país del continente africano, muestran una marcada preferencia por las mujeres subidas de peso, con redondeces marcadas y cuya posición sobre las básculas, hace marcar un peso corporal superlativamente superior al de sus pares en otros continentes.
De acuerdo con una tradición ancestral, en Mauritania, una de cada diez niñas, pasa una temporada en una granja donde son alimentadas por la fuerza hasta lograr un peso considerable.
Todavía se pasean por las calles y avenidas de esta nación, mujeres regordetas con manos delicadas colgadas al lado de sus amplias caderas y ataviadas con vistosos atuendos para protegerse del sol, engalanando sus cabellos con flores y entornando los ojos de manera coqueta.
Así que, aquellas damitas cuyo esfuerzo por verse esbeltas y parecerse a figuras de la televisión y las pasarelas las lleva a sacrificar el placer de la buena mesa y hasta enfrentarse con la genética familiar, deben estar al tanto que todavía, en algunos lugares del mundo, los hombres las prefieren gorditas.