Crítica e insulto: ¿creerán algunos dirigentes deportivos que ambos términos tienen igual significado? Pues, no. Criticar, según dice el Diccionario de la Lengua Castellana, es juzgar una obra artística, actuación, trabajo, etc.; insultar, es ofender a alguna persona con acciones o palabras.
Hay periodistas que, como parte de su labor profesional, juzgan las decisiones y actuaciones que ellos consideran erráticas por parte de los miembros de cualquier organización, sea deportiva o de cualquier otro tema. ¿Habrá algo malo en esto? Y hay dirigentes que, sesgado por una actitud egocéntrica, tienen la mala costumbre de confundir (a veces intencionalmente) las palabras crítica e insulto.
Una de las causas de nuestro atraso deportivo, es que a muchos de nuestros dirigentes, simple y sencillamente, no les agradan las críticas aunque estas tengan las más sanas intenciones. Y allí es donde viene el caos: la soberbia ciega al dirigente y éste termina creyendo que siempre actúa en la dirección correcta, que sólo él tiene razón y que todo aquel que se le opone es un enemigo; se termina ignorando al periodista, al fanático, a todo aquel que discrepe con su manera de pensar y actuar y, también, hasta a nuestros pobres deportistas.
Quien pretenda subsanar los problemas del deporte nacional, tendrá que aprender, quiéralo o no, a escuchar y analizar las críticas, de cualquier índole, que se le hagan, para luego rebatirla o adoptarla, y no caer en el error de ver en cada crítico, de su persona o labor, a un enemigo.
Antes de salir a insultar a través de los medios de comunicación a cualquier persona que disienta de sus decisiones, los dirigentes deportivos, que se desenvuelven a nivel nacional e internacional, deben saber que en democracia el debate sobre la estructura social o deportiva más justa es una polémica a través de argumentos en la que jamás se intenta aniquilar como enemigo al que sólo opina de otra manera.
Si nuestros dirigentes deportivos no aceptan críticas, entonces deben renunciar a sus cargos.