MENSAJE
La jabalina traicionera
- Hermano Pablo,
- Costa Mesa, California
Siempre le gustaron los deportes
y siempre se destacó en ellos. A los 16 años de edad, Alfredo
Judd descollaba en béisbol, fútbol, atletismo y natación.
Ultimamente había empezado a practicar disco y jabalina para intervenir
en una olimpiada intercolegial.
En uno de sus ensayos, Alfredo empuñó la jabalina y corrió
para lanzarla, pero tropezó. La jabalina se le escapó de las
manos, dio una voltereta en el aire y se clavó en el suelo por una
punta. Alfredo, que sigui corriendo, cayó sobre la otra punta de
la jabalina, y esta quedó clavada en su cuerpo. La jabalina lo atravesó
por el vientre, de lado a lado.
Por favor, Dios mío, sálvame, fue la oración de
Alfredo. Y aunque tenía atravesados estómago y páncreas,
el joven pudo sacarse la jabalina del cuerpo, y tener todavía ánimo
de correr hasta alcanzar a sus compañeros.
El comentario del muchacho a los periodistas fue: Me libraron mi deseo
de competir, y mi Dios, que nunca me falla.
Quién dice que un joven estudiante, fuerte y competidor, no puede
o no debe clamar a Dios en el momento de necesidad? Hay muchos que así
dicen, o cuando menos así piensan. En estos últimos tiempos
hay cierto cinismo hacia el que confiesa tener fe en Dios. Más aún,
muchos niegan a Dios abiertamente y se mofan de su santa Palabra, la Biblia.
Pero hay también muchas personas que dan testimonio claro y transparente
de su fe en Dios.
Volaba yo de San Salvador a Los Angeles, California. En el momento apropiado
el capitán comenzó su anuncio de rutina: velocidad del avión,
la altura, hora de arribo a Los Angeles, temperatura y demás información
pertinente al vuelo. Luego terminó su anuncio diciendo: Y que Dios
los bendiga a todos. Yo le mandé una notita en mi tarjeta diciéndole:
Y que Dios también lo bendiga a usted, señor Capitán.
Me mandó a llamar a la cabina y resultó ser un declarado creyente
en Cristo.
No tengamos miedo de confesar nuestra fe en Dios. Si no tenemos esa fe,
hagamos entonces la primera oración que toda persona tiene que hacer.
Ten compasión de mí, que soy pecador. Jesucristo corresponderá
a nuestra plegaria, y nos dará la paz insondable y la seguridad de
la vida eterna que Dios da a todo el que lo busca. Hagamos de Cristo el
Señor de nuestra vida.
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