Se refiere el relato al sentido del Cap. XIV de la obra. Suma atención:
Por el camino hacia el convento, cuyas puertas estaban cerradas, llegaba un grupo de mujeres con algunos niños de pecho. Rodeaban a una vieja descontrolada que con las manos en la cabeza gritaba: ladrones, ¡enemigos malos!, ¡sacar a los mozos de la vera de sus padres para luego hacerles ir contra la ley de Dios!
Un centinela, ubicado en el férreo portón, miraba inquieto el camino. Los criberos asustaron el asno y la carga cayó a suelo. ¡Deja paso, Juanito, dijo la vieja toda encorvada. Te he de hacerte bueno con unas disciplinas, mal cristiano! Afuera de esta puerta, mal cristiano he de verte. Eres la obra de la Inquisición. Sí, mujer, ordenanza.
Es mi hijo, es mi hijo, decía desconsolada la señora; con lágrimas en los ojos, le objetó en las mejillas. La vieja volviose a los criberos. Se limpió las lágrimas, y con los brazos en alto fue a sentarse a la orilla del camino. A su hijo. ¿Es esta la crianza que recibiste? Un sollozo le desgarró la voz. El centinela repuso con otro sollozo saliendo del hueco del portón y reanudando su paseo: Es la Ordenanza.
Sé buen cristiano, rapaz. Si no eres buen cristiano, no podrás juntarte con tus padres, bajo las alas de los santos ángeles, cuando te llegue tu hora de partir.
¡Ay, mi hijo, cuando tuviese sed, plomo hirviente te habrán de dar! ¡Ay, hijo mío, que tus ojos de amanecer te lo sacarían con garfios! Vuélvelos, sí, a tu adolorida y desesperada madre. Mira cómo va ella arrastrada por los caminos para que Dios te perdone.
La pobre viejita se hincó y anduvo la tierra, los brazos abiertos y la cabeza cubierta con la mantilla. El hijo se volvió con los ojos en ascuas, saliéndose de la fila: ¡Álzate, mi madre! Arrojó el fusil, corrió desesperada a la casa del pueblito, se perdió con la oscuridad del campo, mientras algunas mujeres levantaban a la vieja, accidentada. Les hago saber que el autor del relato es el excelso escritor español Ramón del Valle Inclán: Guerra carlista: los cruzados de su causa.