Era 11 de noviembre del 2009, cuando a la diez de la mañana asistí a la Parroquia del citado nombre. Asombrada quedé por muchas cosas. Me dije, parece que la naturaleza humana posee una tendencia instintiva hacia el tradicionalismo. Tal vez, en la mayoría de la gente, la naturaleza humana se inclina con fuerza poderosa a admitir sin análisis aquellas ideas que desde niño se ha venido oyendo llamar aquel templo Iglesia de Piedra, como lo más aceptable y correcto nombre. A través del tiempo, el cambio nominal ha sido imposible.
Sin embargo, forzoso es reconocer últimamente que la concurrencia cristiana piedrista ha experimentado una ansiedad inquieta, ya no se conforma con la tradición ni se satisface con la tradición ni con la gracia divina de la Eucaristía ni le basta lo que el sacerdote despierto, alegre y capacitado dice durante la homilía.
En la citada fecha se llevó a cabo un acto apoteósico: Conformación de 88 adolescentes guiados y orientados por dinámicos catequistas no solo sobre la confesión y el contenido valioso de hermosas lecturas evangélicas de las Sagradas Escrituras. Maestra de los integrantes de la confesión, nuestra María Auxiliadora.
Oh Virgen Auxiliadora de los que desean ser buenos cristianos, nos presentamos hoy a ti con el corazón angustiado, pero con el alma llena de fe. ¡Oh, madre querida! Fija tu mirada sobre tu casa Iglesia de Piedra y apiádate de sus problemas. Padre Eterno, te ofrecemos el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de tu amadísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, como expiación de nuestros pecados y los de nuestros hermanos centenares de devotos vuestros. ¡Oh María Auxiliadora! Acudieron hoy a vos para agradecerte por tu amor, el éxito de la actividad ya afrontada, tu fiesta ha sido un ejemplo palpable y digno de quienes se proponen venir cerca de tu Hijo y no alejado de él.
Aumenta, Madre Nuestra, tu bondad incomparable en esta prueba de hermandad familiar.