TEMAS DE ACTUALIDAD
Clientelismo político

Dr. César Quintero Sánchez
Médico
Parece que con la llegada del nuevo milenio se ha hecho popular el término clientelismo político. Revisando su significado en el diccionario encontramos que la palabra cliente, significa: persona que está bajo la protección de otra, que acostumbra a comprar en una misma tienda o que utiliza los servicios de algún profesional. Pareciera en consecuencia que ser considerado un cliente, le debe otorgar a quien ostenta este título algunos privilegios, canonjías o facilidades. Por tratarse de cuestiones políticas, podríamos hacer la inferencia de que este tipo de persona deberá por lo menos hipotéticamente poseer la capacidad potencial, que alguien le escuche en forma permanente, que se le tomen en cuenta sus necesidades y demandas, que se diseñen respuestas factibles y viables a sus problemas más apremiantes, que se le cumplan las promesas electorales, en fin que le distinga del resto de los conciudadanos, dada la particular relación de dependencia bilateral, que tiene con el ente del cual forma parte. Sin embargo en las últimas semanas hemos escuchado el término, en boca de algunos empresarios, quienes al parecer la libre empresa y el neoliberalismo es sinónimo de transformar monopolios u oligopolios estatales a entidades privadas. Para estos sujetos, la pretensión del Ejecutivo de que el pobre se alumbre con luz eléctrica, tome agua potable, cocine con gas comercial, hable por teléfono domiciliario y se coma de vez en cuando un pedazo de carne de res, es tan sólo un descarnado clientelismo que se enmarca en el más desgastado populismo obsoleto. Para ellos el pecado mortal continúa al proponerse siquiera la revisión de las escalas impositivas, que no hacen más que triturar la estrujada clase media, que ha ido desapareciendo a medida que se implementan las privatizaciones al parecer exigidas por las IFIS y llevadas a efecto con gran beneplácito por los dos pasados gobiernos. Por otro lado, para el sector de los gurues, fundamentalistas, analistas y comentaristas que llenan los espacios radiales de nuestra geografía a toda hora del día, esta palabra que está de moda, significa el esfuerzo que hace cada partido que llega al poder o que cree que su minúsculo aporte ayuda a la gobernabilidad de la Nación, en la intención de adueñarse de porciones de la torta estatal para beneficio de sus cúpulas y tratar de conseguir empleo a sus seguidores, quienes al parecer se encuentran cansados de comerse un cable, que ya ni caucho tiene. Desgraciadamente este intercambio de status de trabajador a desempleado, no se hace jamás en menoscabo de la gente pudiente, a quienes habitualmente se les permite que cambie de tolda para reciclarse, si no en detrimento de otro miembro del mismo pueblo a quien dicho sea de paso, el miserable salario que recibía no le alcanzaba para nada, si no tan sólo para endeudarse cada vez más. Sinceramente estoy convencido que a la mayoría de los panameños nos importa muy poco lo que estos dos criterios diferentes tengan del concepto clientelismo político, porque al final de cuenta todo al parecer continúa igual y las propuestas que nacen para favorecer a los descamisados terminan siempre favoreciendo al que anda ensacado. Creo que a las cosas hay que llamarlas por su nombre. En un sentido positivo, el concepto entraña la búsqueda que hace el ciudadano común de respuestas a los problemas personales o nacionales, a través del hecho voluntario de pertenecer a un partido político. En sentido peyorativo sería la relación virtual basada en promesas demagógicas que hacen algunos dirigentes a sus seguidores, sobre objetivos que saben de antemano que son inalcanzables por irreales, de cara al momento coyuntural. Lo demás que se pretende describir o involucrar en el significado de la frase es tan sólo favoritismo, corrupción, plutocracia o nepotismo.
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