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A veces me río cuando escucho complejos diagnósticos y soluciones técnicas hacia lo que ahora llaman "violencia doméstica".Eso que una pareja sufra golpes y vejámenes es cosa vieja en Panamá. Siempre aparecía en los periódicos, cuando salía de la privacidad de los cuartos y departamentos.
Claro está que antes solamente se sabía de violencia doméstica entre la gente de abajo. Los pobres que perdían la paciencia y "apolismaban" a su pareja eran noticias.
Pero los "cocotudos" que hacían lo mismo en lujosos departamentos, nunca verían su "gracia" convertida en una noticia de sucesos en periódicos populares.
Me río de algunos consejos bien intencionados, porque recuerdo la "medicina" que ciertas damas "de abajo" daban a sus parejas maltratadoras.
Como no existía en esa época (hace cincuenta años) en Panamá, organismos que atendieran esta violencia, algunas afectadas tenían que "tomarse la justicia por sus propias manos".
Una de ellas fue una humilde morena de Río Abajo. Cada vez que el marido se emborrachaba la emprendía a golpes contra ella.
Y la dama se cansó. Esperó que el hombre estuviera durmiendo la borrachera, para plantarle en la barriga una plancha al rojo vivo.
¡Santo remedio!, decía después a las vecinas. Ahora el hombre era un corderito y tenía a su mujer como una reina...
También por esos barrios populares surgió otra "medicina" contra las golpizas a las mujeres.
La señora aporreada preparó potasa y se la echó en la cara al marido, causándole quemaduras horribles. No volvió a pegarle más.
Otra les daban de varillazos al abusador, y una fue más sofisticada. ¡le dio comida con purgante!.
Claro está que no estoy recomendando esos desquites bárbaros a quienes sean abusados hoy en día. Pero hace cincuenta años, cuando no existían leyes de protección, sirvieron para acabar con algunos abusos.
Pero también debo decir que existían mujeres que no repelían los ataques.
Se "aguantaban la mecha" de un marido golpeador, tal vez por aquel dicho de "quien te quiere, te aporrea". |
