Miércoles 23 de enero de 2002

 

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  OPINION

EDITORIAL
La virtud de la unidad

Los cooperativistas del mundo tienen un símbolo interesante para resumir cómo entienden la realidad de sus propósitos: un haz de lápices reunidos en un todo indestructible. Así explican que es más fácil para el hombre romper un lápiz solitario, y no así aquel manojo de objetos aparentemente frágiles. Juntas, aquellas naturalezas sencillas asumen fortalezas increíbles, y los seguidores del cooperativismo lo entendieron bien hace siglos.

Panamá está viviendo momentos de incertidumbre que han generado la aparición de adalides gratuitos, muchos de ellos con estupendas intenciones. Cada una de las agrupaciones que han dado la cara en esta encrucijada, merece la atención y hasta el aplauso de todos. Muchos de estos grupos están integrados por personas sanas, de criterios elevados y honestidad probada, y han presentado una agenda de trabajo y reivindicación nacional que merece ser atendida.

No faltan quienes aleguen que, por otro lado, han surgido personas con caretas, lobos disfrazados de corderos que desean aprovechar las circunstancias para cosechar beneficios personales. Esta situación ha generado la multiplicidad de grupos, muchos antagónicos, opuestos unos a otros quienes, incluso se han valido de la ofensa y la diatriba para menospreciar a sus contrarios.

De esta manera el país acude al lamentable espectáculo en el que diversidad de actores se lanzan en una dolorosa travesía por el tortuoso camino de la transición democrática, con una doble tarea a cuestas: primero, tratar de conseguir el adecentamiento de la cosa pública, sin echar a perder el orden establecido y, segundo, batallar con sus iguales porque los consideran inmorales o incapaces para la democracia. Sin darse cuenta, los diversos frentes se han convertido en lápices solitarios.

La unidad es el camino, señores. Si todos los grupos, adversos o no, se convierten en un solo haz, será casi imposible debilitar sus filas, y el objetivo se tornará verosímil y plausible. Sin embargo, mantenerse en aceras opuestas evitará cualquier conquista que beneficie a la mayoría.

Como país se logró una vez, en los momentos más difíciles de la dictadura norieguista. El 31 de diciembre de 1999, a las doce mediodía, cuando un sinnúmero de grupos rivales se dieron cita en las praderas del edificio de la administración del Canal de Panamá, para bailar en una misma fiesta, sin rencores ni revanchas, se demostró que se puede cuando la causa es la misma.

Hoy podemos volver a lograrlo. Solo tenemos que deponer intereses, y hasta claudicar en ambiciones personales y de grupo, para no equivocarnos una vez más. Lo que ha ocurrido de 1989 a la fecha, cuando los grupos una vez unidos se hicieron añicos unos a otros, no debe volver a repetirse.

PUNTO CRITICO

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