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Pasadas las elecciones conversé con un arnulfista que participó en la campaña política de candidatos que ganaron. Con cifras me señaló que había candidatos a legisladores que se gastaron varios cientos de miles de balboas en la campaña. Como soy ingenuo a veces, pregunté tontamente que no le encontraba lógica invertir casi el mismo dinero que se ganaría durante su período como legislador. Se sonrió el sujeto y me dijo que en pocas semanas el nuevo "honorable" recuperaría su inversión. Quise averiguar cómo haría ese milagro económico, pero solamente me indicó que a través de negocios.
Lo que valía para los legisladores también era cierto para otros cargos de elección, como el de representante, indicó el sujeto. Por eso es que la gente se pelea para alcanzar uno de esos puestos y hace mil promesas, pensé en ese momento.
Confieso que tuve dudas de lo que me dijeron y lo dejé guardado en el cajón de los recuerdos... hasta... Cuando el legislador Afú alborotó el avispero mostrando fajos de dólares de soborno, vino a mi mente lo que me dijo hace más de dos años ese conocido gobiernista.
"En pocas semanas recupera la inversión y mucho más", retumbaron en mi mente esas palabras que demuestran el gran negociado que es ser legislador, representante y quién sabe qué otro puesto de elección.
Nada de idealismo; trabajar por el bienestar de la comunidad, buscar mejores días para la Patria. Sencillamente se trata de billete, miles de dólares y balboas conseguidos por todos los medios posibles, sean correcto o incorrectos.
Cuando veía el espectáculo del soborno a legisladores, recordé al coronel Roberto Díaz Herrera denunciando en 1987 lo que sabía todo el pueblo panameño, sobre la corrupción y crímenes de la dictadura militar.
Entonces hoy me he puesto a pensar si de verdad valió tanto sacrificio, exponerse a la cárcel, exilio, o la muerte, de miles de panameños que participamos en la Cruzada Civilista.
¿Peleamos para que volviera la Democracia a Panamá? ¿Para que los politiqueros de siempre sigan haciendo de las suyas, sin importarle el bienestar del pueblo panameño?
He dicho como sociólogo que el panameño no aprendió la amarga lección de veintiún años de dictadura. Faltaron sufrir otros diez años para ver si así cambiaba la mentalidad de sinvergüenzas y corruptos de muchos politiqueros.
La llamada clase política panameña está por el suelo. Muchos panameños dudamos de la honestidad de casi todos los políticos. Y eso seguirá si no hay acciones ejemplares contra los maleantes de saco y corbata.
De seguir ese relajo de los políticos, bien podría Panamá exponerse a un golpe de Estado. Ya sea que lo den militares (hoy convertidos en Policías) para "poner orden", o que venga el golpe de elementos civiles que estén cansados de tanta sirvergüenzura. ¡Con razón dicen que los pueblos tienen los gobierno que se merecen! |
