MENSAJE
"Odio al mundo"
- Hermano Pablo,
- Costa Mesa, California
Se paseó por la vida
enorgullecido de tres cosas. Primero, su aspecto físico. El era alto,
atlético, elegante, buen mozo. Segundo, un tatuaje que llevaba en
el brazo derecho. Era una cara simiesca y burlona. Tercero, otro tatuaje
que llevaba en el brazo izquierdo. Era la frase: "Odio al mundo".
En mayo de 1991, a los 18 años de edad, Mateo Walter, en un rapto
de locura furiosa, mató a su novia de 16 años de edad, mató
también a la madre de la chica y mató a una de sus hermanas.
Luego, en un tiroteo con la policía, se mató él mismo
de un tiro. Así terminó su vida el joven que odiaba al mundo.
El odio siempre es destructivo. No es posible vivir con odio y llevar
una vida buena. El odio es como brasas en el cuerpo, como abrojos en el
corazón, como espinas en el alma.
El odio tiene, además, el vicio de crecer. Crece hasta no poderse
controlar. Es como la mala hierba que nace sin que la planten y crece sin
que la rieguen. Y así como la mala hierba, no tiene ningún
servicio, sino que estropea y amarga y destruye todo lo que toca.
Todos los seres humanos nacemos con virtudes y defectos. Las virtudes
proceden de nuestra naturaleza divina. Hemos sido creados a imagen de Dios.
Los defectos proceden de la obra de corrupción. Vienen de la primera
rebeldía del hombre. Nadie es malo del todo y nadie es bueno del
todo. Somos como un huerto donde crecen frutales y malezas. El secreto de
una vida sana, justa y victoriosa consiste en cultivar las virtudes y arrancar
de raíz todos los defectos.
Sin embargo, esto no lo podemos hacer solos. Necesitamos a un hortelano
que arranque lo malo para dejar que crezca lo bueno. ¿Quién
podrá hacer lo que nosotros sólos nunca hemos podido hacer?
Es interesante que Jesucrito dijera: "Yo soy la vid verdadera, y
mi Padre es el labrador (Juan 15:1). Jesús considera que Dios, su
Padre, es el hortelano que puede y quiere trabajar enel alma y en la vida
del hombre.
Nadie que viene a Cristo y humildemente le pide que limpie su vida y
purifique su corazón será rechazado. Basta con que le digamos:
"¡Señor, ten compasión de mí, que soy pecador!",
y Cristo hará el milagro de regeneración en nuestra vida.
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