EDITORIAL
Miedo a los secuestradores
El obispo de Darién, Rómulo Emiliani, volvió con su cántaro al arrollo, para llenarlo de expectativas y campanadas. Él insiste en que en Darién se están dejando las puertas abiertas para que entren, como Pedro por su casa, los guerrilleros, paramilitares y bandoleros, quienes tienen sembradas en sus corazones las macabras intenciones de secuestrar y matar panameños. Desde siempre a estas llamadas de atención del obispo Emiliani las autoridades han respondido con actitud distraída, y hasta con insultante indiferencia. Unos y otros, arnulfistas y perredistas, quienes se han alternado el poder desde 1990, ven el problema de la frontera darienita, y la posibilidad de que la industria del secuestro prospere en el país, como una pesadilla que solo encontró nido fértil en la mente afiebrada de un prelado hiperactivo. Y hasta este diario ha elevado sus comentarios para advertir que los gritos de auxilio de Emiliani podrían traer consecuencias no queridas por nadie, como puede ser la militarización de la policía fronteriza. Sin embargo, no deja de tener sentido lo que está advirtiendo el obispo. En Panamá hay suficientes millonarios, y billones de dólares en los bancos, como para que secuestrar a alguno de ellos no resulte atractivo para movimientos bélicos irregulares, que intenten nutrir más sus arcas con algo de dinero fresco. Pretender que el conflicto colombiano es un tema ajeno, en el que Panamá no se debe inmiscuir, es un argumento viejo, del siglo pasado, cuando la tragedia y el luto no se habían globalizado. La verdad de hoy es otra, y si no se ponen las barbas en remojo, es muy posible que mañana no sea un modesto comerciante fronterizo el que sea secuestrado (Alexis Ortiz), sino un verdadero potentado, esos de grandes apellidos e inmensas fortunas. Tal vez entonces, cuando secuestren a uno de los acaudalados criollos, se empiecen a mover las fichas para detener la violencia en el Darién.
PUNTO CRITICO |
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