EDITORIAL
Los comisionados de la verdad
Durante los enfrentamientos ideológicos y militares entre los bloques Este y Oeste, lo que imperó fue un sistema de ataque y bochorno que los estrategas de los años sesenta llamaron "guerra de baja intensidad", y que consiste más que en otra cosa, en la sabia utilización de una maraña de desinformación y medias verdades que buscaba descalificar al contrincante antes que llegara al frente de batalla. Panamá fue escenario de este tipo de guerra durante los años ochenta, no porque estuviera mezclada en el ajedrez por el control del mundo, sino porque lo aprendido durante la guerra fría, sirvió para aplicarse en muchos otros ámbitos, sea político o industrial. Una de las máximas que se aplicaron durante las sangrientas dictaduras de los años setenta y ochenta en el país fue la de anular al emisor de los mensajes, antes que argumentar sobre lo que estaba diciendo. Por eso las desapariciones forzadas, los cierres y despojos de periódicos, los exilios y, por último, los ataques públicos a la honra de los llamados "sediciosos". Ahora que se pretende conformar una Comisión de la Verdad, quienes se oponen a que ésta se conozca, atacan no a la verdad misma sobre las desapariciones forzadas, sino a algunos de los nominados para comisionados, por el pecado de haber sido lo que ellos llaman "opositores" a los regímenes dictatoriales que imperaron de 1968 a 1989, cuando en realidad no hicieron otra cosa que encabezar movimientos de derechos humanos que intentaban frenar los abusos de los militares y sus aliados civiles del PRD. Por no desvirtuar la causa de saber la verdad sobre los crímenes de la dictadura, se está fustigando la Comisión y a los comisionados, con la ingenua creencia de que el resto del país se va a comer el cuento de que en tiempos de Torrijos y Noriega no pasó nada, y hay que olvidar el pasado, porque el futuro reclama toda nuestra atención.
PUNTO CRITICO |
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