EDITORIAL
El gobierno que gobierne
Nadie le va a hacer la tarea a los gobernantes actuales. Ese es el centro del largo y básico mensaje político que ayer enunció Martín Torrijos en La Chorrera. Pero este concepto dirigido a Mireya Moscoso no debe tomarse como dardo envenenado. Más bien, le conviene al gobierno, si ha llegado al nivel de madurez que se espera, tomar nota y empezar a caminar. No es menester aquí hacer un análisis a favor o en contra de lo dicho por el Secretario General del PRD. Qué de lo dicho tiene fundamento, y qué fue mera palabrería barata, no interesa. Martín Torrijos hizo lo que se esperaba que hiciera, porque estaba en mora en su papel de "máximo vocero de la oposición". Lo importante es el almendrón de lo que dijo: el gobierno debe gobernar, se espera que tome decisiones, que ejecute. Y, sobre todo, se espera que la presidenta mande. Y en Panamá, un país con exagerada tendencia a seguir los lineamientos del Palacio de Las Garzas, este concepto de mando conlleva graves implicaciones que Mireya Moscoso no ha tomado en cuenta. Basta ya de improvisaciones, de descoordinación, de mutismo. El Arnulfismo debe detener su agenda politiquera y electoral, y dedicarse a gobernar, y eso significa lo siguiente: planificar, ejecutar y evaluar. ¡Y nadie lo va hacer por ellos! El pueblo eligió al Arnulfismo para que gobernara. Cada ministerio, cada institución descentralizada, y cada dirección debe tener un plan a corto, mediano y largo plazo; debe saber cuánto costará hacer realidad ese plan, y con qué recurso humano se cuenta. Debe ejecutar sus proyectos siguiendo su programa, y evaluar los resultados periódicamente. Para nada más se les dio el voto en 1999. Es urgente que el gobierno, con Mireya Moscoso a la cabeza, debe sentarse a pensar y planificar, para que le digan al pueblo que les eligió para dónde van, cómo piensan hacerlo y cuándo esperan llegar. Sólo así todas las palabras, las de ayer del PRD y las respuestas del Arnulfismo, serán mucho más que un discurso de Pericles, es decir, oraciones fúnebres.
PUNTO CRITICO |
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