El comienzo fue de lo más alegre. Los nueve miembros de la familia subieron a la casa rodante entre risas, vítores y canciones. Salían de La Puente, California, para dirigirse a Yucatán, México, en plan de vacaciones. Serafina Quintal, de ochenta y cinco años de edad, regresaba por fin a su tierra natal. Pero ¿quién podía predecir qué ventura traería la vida?
Poco después de cruzar la frontera, sucedió lo que nunca se hubieran podido imaginar. El tanque de gas propano explotó, y en pocos segundos todo el vehículo quedó envuelto en llamas. Se hizo lo posible por rescatar a los que estaban dentro, pero siete de los nueve miembros de la familia perecieron en la tragedia. Un sobrino, Mario Ocampo, casi único sobreviviente, dijo: "Nadie pensó jamás que esto podía suceder. ¿Quién iba a imaginarlo?"
¿Quién se imagina que vendrá el mal cuando todo parece ir bien? ¿Quién vaticina desgracias cuando todo es felicidad? ¿Quién habla de enfermedad mortal cuando disfruta de plena salud?
Sin embargo, la gran verdad pragmática de esta vida es que nadie tiene su futuro comprado. La vida humana es precaria.
Es cierto que muchos accidentes y desgracias ocurren por error humano, por desidia o por incompetencia, pero también es cierto que pesa sobre toda la humanidad una nube de incertidumbre, de azar, de sinrazón. Como dice el apóstol Santiago: "¿Qué es su vida? Ustedes son como la niebla, que aparece por un momento y luego se desvanece" (Santiago 4:14).
¿Qué nos dice todo esto? Que si nuestra confianza está solamente en lo que nos depara esta vida, sufriremos constantes decepciones y desengaños. Y nos dice que si no tenemos fe en la vida después de ésta, si no guardamos esperanza de vida eterna, somos de todos los seres humanos los más pobres, los más confundidos y los más desgraciados.
La buena noticia es que hay paz interior para todo el que la busca. Hay tranquilidad de alma, hay fuerza espiritual. Podemos caminar a través de las incertidumbres de esta vida con seguridad, si Cristo es nuestro Señor. El apóstol Pablo dice que "Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman" (Romanos 8:28). Es con esa fe -fe en lo eterno- que podemos cruzar el mar de esta vida. Rindámosle nuestra vida a Cristo.