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En un contrato, ambas partes firmantes se comprometen a dar, hacer o no hacer algo. No obstante, en Panamá nos hemos acostumbrado a que la palabra y la firma de uno valga poco, y muy pronto intentamos evadir las obligaciones.
También existen lo que los abogados llaman cuasicontratos, que no son documentos formalmente establecidos, sino compromisos tácitos. De esos también procuramos burlarnos.
El panameño está demasiado acostumbrado a vivir del juega vivo, donde no importa los compromisos que hayamos adquiridos, o aquellos comportamientos que la sociedad espera de todo ciudadano, siempre pretendemos burlar la vigilancia, transgredir la ley, y quebrantar los pactos.
Por eso tanta gente hace dinero fácil, sobre todo cuando de negocios con el gobierno se trata, porque esos son los que menos se respetan. Se establecen compromisos, aunque sea que un amigote nos consiguió el contrato con el Estado, y nadie los cumple a cabalidad, o los cumplen de manera inexacta, mediante conductas afectadas por la negligencia o la culpa.
En ese tipo de situaciones pierde el país, la sociedad, todos. Y, por supuesto, gana quien jugó vivo y el amigote que le consiguió el contrato.
En algún momento la sociedad llegará a cansarse de estas cosas. Tal vez cuando comprendan que la diversión no lo es todo, y que es imposible vivir dignamente cuando pocos se benefician de los recursos que son de todos. Quizá entonces las cosas cambien, y el país se enderece. Ojalá no mediante movimientos de violencia y destrucción. |
