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Eunises Meneses Araúz, Secretaria de la Pastoral Afroantillana  |
El problema de la homosexualidad y del juicio ético sobre los actos sexuales se ha convertido en un debate público, incluso en ambientes católicos. La psicología moderna, prefiere calificar la homosexualidad como una "orientación sexual" y algunos la describen como "una forma alternativa de vida buena e irreversible".
La Iglesia Católica ha sido categórica al señalar que los actos homosexuales son desordenados. Apoyándose en la Sagrada Escritura, los presenta como depravaciones graves (cf Gn 19, 1-29; Rm 1, 24-27; 1 Co 6, 10; 1 Tm 1, 10), y en la Tradición los ha declarado siempre que como actos "intrínsecamente desordenados' (CDF, decl. "Persona humana" 8), estos son contrarios a la ley natural; cierran el acto sexual al don de la vida; no proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual; y no pueden recibir aprobación en ningún caso.
En su documento "Sobre la atención pastoral de los homosexuales", del 1 de octubre 1986, la Congregación para la Doctrina de la Fe añade que es necesario precisar que la particular inclinación de la persona homosexual, aunque en si no sea pecado, constituye sin embargo una fuerte tendencia, más o menos fuerte, hacia un comportamiento intrínsecamente malo desde el punto de vista moral. Por tal motivo la inclinación misma debe ser considerada como objetivamente desordenada.
El "teólogo del Papa" padre Georges Cottier cita el número 2.358 del Catecismo de la Iglesia Católica, para explicar que la inclinación homosexual "objetivamente desordenada, constituye una prueba" para la mayor parte de los hombres y mujeres que experimentan "tendencias homosexuales profundamente arraigadas", y añade que estas personas "deben ser acogidas con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellas, todo signo de discriminación injusta".
La Congregación de la Doctrina de la Fe es categórica al destacar sobre este punto que: "Es de deplorar con firmeza que las personas homosexuales hayan sido y sean objeto de expresiones malévolas y de acciones violentas. Tales comportamientos merecen la condena de los Pastores de la Iglesia, donde quiera que se verifiquen".
Los homosexuales como los demás cristianos, están llamados a vivir la castidad. Si se busca seguir al Señor, ellas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, uniendo al sacrificio de la cruz del Señor todo sufrimiento y dificultad que puedan experimentar a causa de su condición. Jesús nos dice: "no podéis pertenecer a Cristo sin crucificar la carne con sus pasiones y sus deseos" (Gal, 5, 22, 24). |
