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El pueblo panameño tiene que estar alerta ante el espectáculo circense que arman cada cinco años los políticos criollos para salir airosos al término de las elecciones y alzarse así con el botín de las finanzas públicas de las arcas estatales y más allá.
Trece años después de la invasión a Panamá han reverdecido un escándalo que yacía bajo las cenizas del tiempo, desviando así el centro que debe polarizar el debate preelectoral.
Lo que se busca con esto es no hacerle frente a los grandes problemas nacionales como el desempleo, la mala educación, la vivienda insalubre, la inserción de Panamá ante las nuevas corrientes de la economía mundial y otras tantas cosas más que, al parecer, no son motivo de interés para los candidatos.
Todos, en este país pequeño, sabemos el origen y el manejo, después de la invasión, de aquellos bienes cautelados, y también sabemos quiénes se sacan las tripas en la televisión ante un pueblo silencioso y después concurren juntos a las recepciones de la embajada americana.
Muchos de esos dineros liberados tomaron ya el rumbo del mercado y fueron a parar a los bolsillos de sus dueños que los invirtieron en bienes, satisfacciones de la buena vida o los enviaron a cuentas en el extranjero, mientras el pueblo veía reproducirse el flagelo de la impunidad. |
