CRIMENES FAMOSOS
Posesión
mortal
Por Max Haines
Los
asesinos son propensos a culpar a otros por sus viles acciones,
pero raramente señalan con un dedo acusador y afirman,
"El demonio me hizo hacerlo." Escuchen, porque éste
es un caso raro.
Arne Johnson, un joven rubio de 1,80 m. y 19 años de
edad, y su novia Helen Louis, de 26 años, estaban en el
proceso de mudarse a su propio apartamento cuando los primeros
signos de maldad entraron en sus vidas de otro modo normales.
Era febrero de 1982, cuando los tres hermanos de Helen: Paul,
de 16 años, Hart de 14 y Mike de 11, estaban ayudándolos
a mudarse a su apartamento de Newtons, ubicado no lejos de Brookfield,
Connecticut.
Los tres muchachos eran jóvenes normales que nunca
habían tenido problemas, dentro o fuera de su casa. Mike,
el más joven, era un niño obeso que podría
haber tenido los complejos asociados con quienes están
extremadamente excedidos de peso.
El día siguiente después de haber terminado
la mudanza, toda la familia Louis volvió a casa. Mike
le reveló a Arne que había recibido un misterioso
empujón mientras estaba mudando los muebles. Había
sido empujado por un hombre que tenía los pies de un ciervo
y que parecía estar horriblemente quemado. Lo que es más,
la extraña criatura había seguido a Mike a su casa.
Arne y los demás hermanos de Mike se rieron a carcajadas
de la ridícula historia.
Esa noche se oyeron fuertes quejidos que venían de
la habitación de Mike. Cuando los miembros de la familia
miraron dentro de la habitación, pudieron ver a Mike revolviéndose
en su cama. Parecía como si estuviera luchando con alguien
que lo estaba asfixiando. Se veía así, pero no
había nadie en el cuarto excepto, Mike.
Las apariciones de Mike se convirtieron en algo que se repetía
todas las noches. Los miembros de la familia podían oír
a Mike gimiendo y haciendo sonidos de animales. Pronto empezaron
a oír sonidos no identificables que emanaban de varios
cuartos de la casa. Las búsquedas no revelaron nada. Cuando
Arne y Helen terminaron de mudarse a su apartamento, no hubo
alegría en su nuevo hogar.
La madre de Mike se contactó con un demonólogo,
conocido en todo el país. Primero Mike, por insistencia
del demonólogo, fue examinado por un médico confiable,
quien no pudo diagnosticar una enfermedad particular que explicara
el extraño comportamiento del muchacho.
El demonólogo siguió entonces con su trabajo.
Salpicó con liberalidad agua bendita sobre Mike y sostuvo
un crucifijo en su frente, recitando mientras tanto el Ave María.
Estos procedimientos siguieron por varias noches, pero las apariciones
continuaron.
Desesperada, la familia Louis buscó la ayuda de la
Iglesia Católica Romana. Se llamó a un sacerdote.
Este visitó el hogar de Mike y observó cómo
el muchacho gritaba, blasfemaba y realizaba actos de fuerza sobrehumana.
El sacerdote estuvo de acuerdo en que los problemas de Mike podrían
muy bien requerir los servicios de un exorcista.
El Obispo de Bridgeport puso las ruedas en marcha. Mike fue
llevado a la iglesia de St. Joseph, donde se intentaron las formas
iniciales de exorcismo. Mike babeó, luchó y mordió
al sacerdote en la mano mientras se conducía el servicio.
La vez siguiente, se requirió la ayuda de cuatro sacerdotes.
Fue alrededor de este tiempo cuando Arne tuvo su accidente.
Era un jardinero experimentado, que se especializaba en árboles
grandes. Aunque se había atado a los árboles con
el aparejo cientos de veces, en esta ocasión en particular
cayó desde 5 metros de altura.
Afortunadamente, una rama detuvo su caída, y sufrió
solamente una rodilla dislocada. Se examinaron todas las sogas
en el árbol, pero nunca pudo encontrarse una explicación
al accidente.
Arne era extremadamente afecto a Mike, y sufría mucho
cuando éste tenía uno de sus frecuentes ataques.
A menudo gritaba, "Dejen a Mike tranquilo. Tómenme
a mí. Inténtelo en mí."
Evidentemente el desafío tuvo el efecto deseado. Amigos
y conocidos, y particularmente Helen, notaron que la cara de
Arne inexplicablemente se contorsionaba. Cuando estos episodios
pasaban, le decía a Helen que no podía recordar
nada. La familia no le prestó mucha atención a
los problemas de Arne. Tenían las manos ocupadas con el
extraño comportamiento de Mike.
El mundo de todo el grupo se desmoronó un día
de invierno cuando Arne visitó a Helen en su lugar de
trabajo, la Residencia Canina Brookfield. Arne se enzarzó
en una discusión con el patrón de Helen, Alan Bono.
De acuerdo a Helen la discusión se tornó acalorada.
Arne golpeó su puño contra su mano. Sin provocación,
Arne sacó una navaja de 12 centímetros y la hundió
repetidamente en el pecho de Alan. Cuando el repentino ataque
cesó, Alan Bono yacía muerto en un charco de sangre.
Arne se alejó trastabillando, como en un trance, un
estado que Helen conocía demasiado bien. Una hora más
tarde, fue recogido a unos tres kilómetros de la residencia
canina en un estado de aturdimiento. Cuando emergió del
trance, no tenía memoria de lo que había acontecido
y su culminación con la muerte de Alan Bono. Arne fue
acusado de asesinato.
Su abogado ahondó en la historia de la familia y se
enteró de la posesión demoníaca de Mike,
así como de los gritos desafiantes de Arne al demonio.
Planeó presentar una única defensa, afirmando que
Arne había estado poseído por el demonio y no era
responsable por sus acciones. Ofreció traer sacerdotes
e investigadores síquicos para probar que su cliente estaba
bajo la influencia directa de un poder sobre el que no tenía
control.
Esta última amenaza causó sensación,
considerando la resistencia de la iglesia a revelar sus ritos
de exorcismo, los cuales habían sido realizados regularmente
sobre Mike.
Sirvió de poco. El juez que presidía el juicio
de Arne rehusó permitir la evidencia demoníaca
de la defensa. Sin nada más que hacer, el abogado de Arne
cambió hacia defensa propia en un esfuerzo por salvar
a su cliente. Esto tampoco resultó.
El jurado de Connecticut se tomó tres días completos
para volver con el veredicto de culpable de homicidio sin premeditación.
Arne Johnson, quien nunca pudo explicar por qué había
apuñalado a Alan Bono hasta matarlo, fue sentenciado a
un máximo de 10 a 20 años en prisión.
Por supuesto, usted y yo sabemos muy bien que "el demonio
lo obligó.
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