El país entero ha quedado consternado por el asesinato a sangre fría de Alonso David Blackwood (Danger Man), ocurrido la noche del jueves en La Riviera de Don Bosco.
La sorpresa y la incredulidad no solo viene del crimen en sí, sino también del hecho de que en el último tema que grabó, Danger Man pareció hacer alusión a que podría ser asesinado, y llamó a sus allegados a que si llegaba a morir, quería que "lleven la bandera por mí".
En cierto sentido, muchos panameños honestos podrían decir que se sienten igual a Danger Man antes de quedar tendido en la calle de La Riviera. Esto surge de la sensación de inseguridad que existe hoy día.
Si bien la gran mayoría de los panameños no están involucrados en negocios turbios, o guarda relación con pandillas o grupos violentos, todos sentimos que en cualquier momento podemos ser asaltados a punta de pistola, sin importar el lugar.
La percepción que dan este y todos los recientes actos violentos en el país es que cada vez estamos más cerca de sufrir un embate de la delincuencia, estemos o no involucrados en ella.
Lentamente, y con cada nuevo homicidio, se está haciendo evidente que las autoridades encargadas de velar por nuestra seguridad están perdiendo el control del país.
Ya esto no es asunto de lo que un gobierno pueda hacer, sino de establecer políticas de seguridad que se mantengan a largo plazo. De lo contrario, el hasta ahora apacible y tranquilo paraíso que ha sido Panamá hasta ahora, se transformará en un monstruo de inseguridad, que ahuyentará la inversión extranjera y nos convertirá en ciudadanos-reclusos.