El Ente Regulador de los Servicios Públicos anunció ayer un golpe de la economía de los hogares panameños y al comercio e industria del país.
Se autorizó un aumento de la tarifa de energía eléctrica que oscila entre el siete y el 32 por ciento.
Será un mal comienzo del año 2006. Como siempre, la clase media y profesional será la más golpeada. Ese sector de la población no recibe subsidios. Ahora aparte del aumento en los recibos mensuales por el consumo de electricidad, también cotizan directamente Impuesto Sobre la Renta por gastos de representación e igual deben aportar cuota a la seguridad social en base al 25% de ese tipo de ingresos.
Por siempre los gobiernos subsidian a los más pobres y exoneran a los grandes inversionistas. Sin embargo, la clase media paga todos los platos rotos.
Ayer mismo, la Dirección General de Ingresos reveló que un grupo de 3, 000 empresas con renta neta gravable de 5, 000 millones de balboas, todos los años reportan pérdidas.
Retomando el tema de las tarifas eléctricas, ahora se nos aumentan, argumentando que los precios del petróleo se dispararon y por ende la producción de energía a través de las plantas térmicas, registró un mayor costo, que deben pagar los consumidores.
Resulta inconcebible que un país provisto de grandes hidroeléctricas esté al vaivén del mercado petrolero. Ese es el cuento de hoy. Mañana se argumentará que producto de las sequías, las hidroeléctricas no lograban producir los kilowatts necesarios y por ende también era necesario aumentar la tarifa.
Los gobiernos por años han estado jugando con la paciencia de los panameños. No hay que olvidar la reacción popular frente a la reforma inconsulta a la seguridad social que se impulsó con la Ley 17.