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Viernes 29 de diciembre de 2000



La revuelta del pan

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Hermano Pablo
California

Fue un motín de los más violentos y sangrientos. Durante veinte horas incendiaron autos, rompieron vidrieras, saquearon negocios y tirotearon a la policía. El motín se movió por las calles de Túnez como serpiente de fuego que tenía vida, mordía, rompía y aplastaba cuanto encontraba a su paso.

El saldo del motín fue de noventa y dos muertos y millones de dólares de pérdida. El pueblo pareció enloquecido, fanatizado, turbulento y destructor como río de lava que baja de un volcán. ¿Qué nombre se le dio a este motín de enero de 1984? «La revuelta del pan», porque el pueblo tunecino se lanzó a la calle en protesta por el aumento del costo del pan y de otros productos de primera necesidad.

Cuando el pueblo sale a la calle en acción violenta, como en este motín de Túnez que produjo diez condenados a muerte, lo hace casi siempre movido por dos poderosas razones: o hambre de pan, o hambre de justicia y libertad.

El ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios, tiene dos elementos que alimentar a diario: su cuerpo físico y su alma espiritual. Para el cuerpo necesita pan; para el alma necesita libertad, justicia y verdad.

Danton, uno de los líderes de la revolución francesa, decía: «Después del pan, la educación es la primera necesidad del pueblo.» Y Jesucristo, el Maestro de maestros y el faro más alto y luminoso que la humanidad tiene como guía, dijo: «No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mateo 4:4).

El reclamo del pueblo tunecino era legítimo. Los niños necesitan pan, las madres necesitan pan, los ancianos necesitan pan, y aun los hombres fuertes necesitan pan para tener fuerza para sus trabajos. Si el gobierno encarece el pan, el pueblo sufre.

La Biblia contiene una profecía interesante: «»Vienen días -afirma el SEÑOR omnipotente-, en que enviaré hambre al país; no será hambre de pan ni sed de agua, sino hambre de oír las palabras del SEÑOR.... andarán... buscando la palabra del SEÑOR, pero no la encontrarán» (Amós 8:11-12).

Es justo protestar por la falta de pan. Pero, ¿por qué no protestar también por la falta de la Palabra de Dios? Si los pueblos entendieran cabalmente cuál es su mayor necesidad, se amotinarían universalmente pidiendo palabra de Dios, mensaje de Dios.

Esa palabra, ese mensaje, está en la Biblia. Y la Biblia dice que Cristo es el verdadero pan espiritual, sin el cual nadie tiene vida espiritual verdadera.

 

 

 

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