Estamos a unos días de concluir el año, y con él también finaliza el período escolar, con la entrega de calificaciones, graduaciones y matrículas. Se dan sentimientos encontrados en los estudiantes, unos porque se gradúan y dejan la escuela, otros son promovidos de nivel, unos se trasladan de plantel y hay quienes están a la espera de saber si lograron alcanzar el promedio que les permita ya sea recibir su diploma o pasar de año.
A este último punto es al que me quiero referir. Luego de presenciar recientemente una obra de teatro, la cual compartí con mis lectores la semana pasada, hay un fragmento que me hizo meditar sobre la verdadera vocación del docente como ente que instruye, moldea y trasforma a nuestra población estudiantil; inclusive en otrora, este profesional se involucraba con la familia, pues cuando detectaba una situación especial, mandaba a buscar a los padres de familia y si éstos no respondían a su llamado, se trasladaba al hogar, hasta lograr conocer la realidad que allí se vivía y que estaba incidiendo en el aprendizaje y conducta de su estudiante.
Recuerdo con cariño a maestros que dejaron gratos recuerdos en mi vida escolar y familiar, en la primaria a la maestra Juana o la maestra Rebeca; en la secundaria mi profesora de Español, asignatura que fue mi preferida, Sonia de Lindo, y en la universidad mi profesor y hoy colega Milciades Ortiz, quien también es columnista en este diario. ¡Esos son maestros de vocación! Los maestros que uno nunca olvidan.
Hoy día se ven casos de maestros que pareciera que su prioridad es el efectivo, dictan sus clases y pareciera que no les interesa si el estudiante comprendió la lección, ellos siguen adelante con el programa que tienen que desarrollar. Ahhh, pero después se salen con que, si desean que les dicte una horas adicionales tienen que pagarme, cuyo costo mínimo son de diez dólares. Es una tetita que mantienen durante todo el año, así que, no importa si el estudiante comprende la lección o no, pareciera que mejor que no la comprenda, pues tengo un extra económico.
Yo espero llegar con este mensaje, para que en el próximo período escolar y a futuro cambien de actitud. Aclaró, no todos son iguales. Aspiro a que estas situaciones no se repitan. Los padre de familia realiza un gran esfuerzo para pagar la educación de sus hijos, y exigen calidad y dedicación; es por ello que estoy en la búsqueda de un educador con vocación, que ayude a mamá y a papá a formar un ser integral, con conocimiento, valores y principios que redunden en beneficio de nuestro Panamá, el país de las oportunidades.
