Hace dos semanas, estaba mostrándole a mi pequeño hijo de apenas 2 años videos infantiles por internet. En mi computadora personal estaba acabado de instalar mi nueva adquisición: un nuevo monitor LCD de 22 pulgadas. Para los que nos gustan los juguetes tecnológicos, artefactos como estos nos apasionan.
Mientras le dejaba una seguidilla de cancioncitas infantiles con Barney a mi pequeño, aproveché 5 minutos para ir a la cocina y prepararme algo para comer. Cuando regresé, la sonrisa se me volvió mueca.
Noté una serie de rayones en el montor, en patrones circulares. Mmi nuevo LCD estaba totalmente rayado. No es que había sido pintada con tinta de pluma, sino que la propia pantalla estaba físicamente rasgada por la punta de un lápiz. Y no había otro responsable en frente que mi hijo.
Casi lloré. Pero no podía hacer absolutamente nada. ¿Qué iba a ganar pegándole? Ni siquiera entendía que lo que estaba viendo no podía alcanzarlo con sus manos. Tal vez intentó usar el lápiz para tocarlos.
Mientras lamentaba el daño a mi monitor nuevo, caí en cuenta en que esta situación se va a repetir muchas veces más. Los niños son así.
Esto me enseñó (una vez más), que la clave de la paternidad es ser paciente.
Un niño, en su etapa inicial siempre será un explorador del mundo que le rodea. Pregunta una y otra vez lo mismo. Ese es su deber: preguntar sin cesar porque desean entender el por qué de aquello o lo otro, pero lo cierto es que algunas veces los padres se fastidian y pierden la calma cuando se pregunta más de 10 veces.
En otras situaciones, algunos padres suelen perder la calma cuando sus hijos no atienden sus llamados como por ejemplo: Fulano, ven aquí; baja de ahí; no corras, no comas eso; ven a comer; no saltes; no metas la mano en el inodoro; pórtate bien; ven a tomar la medicina; usa la vasenilla; no le pegues a tu hermano; no contestes gritando; obedece; ponte el cinturón; has la tarea; no toques la computadora; respeta a mamá; no te escondas; no botes la comida; no grites, en fin, un montón más.
Los padres deben ser tolerantes al momento en que van a disciplinar a sus hijos. No todo el tiempo se puede contestar gritándoles o sacando la correa para darles en las piernas. El amor debe partir por delante .
Si usted es padre primerizo vaya entendiendo que las cosas, aunque parezcan salirse de control, no deben dar pie a que usted pierda la calma porque su actitud lo convertirá en un fracasado (a) frente al programa que debe aplicar para la mejor educación que deben tener sus hijos en casa.
La próxima vez que le pase por la cabeza halar de orejas o de los cabellos a sus hijos, respire profundamente, cuente hasta diez y tome la mejor decisión. Sacar la correa debe ser la última opción. Recuerde que Dios también nos disciplina y Él no anda con el látigo para someternos. Entonces, busque otras formas con los suyos para que crezcan con amor.