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Crisol de razas

Adán Rodolfo Schultze | Economista

En el Siglo XVI, los indígenas del Darién vieron llegar en el horizonte a los exploradores europeos, iniciando así la época de la colonización en el Nuevo Mundo. Fue Panamá uno de los primeros lugares en el continente americano en ser testigo de la integración de la cultura aborigen con la española, dando orígenes a los cuentos de Dabaibe, de la búsqueda del oro y el paso hacia el Mar del Sur, proeza lograda por Vasco Núnez de Balboa en 1513.

Por ser el istmo de Panamá un sitio de paso entre los vastos océanos universales y ubicarse en medio de las Américas, grupos étnicos de otras latitudes comenzaron a migrar hacia nuestra tierra.

Los chinos llegaron a Panamá en 1850, cuando comenzó la construcción del ferrocarril transístmico y trajeron su cultura oriental. Entre 1880 y 1914, por los trabajos de la construcción del canal interoceánico, olas migratorias de Francia, Estados Unidos, el Caribe, Reino Unido e India, bajaron sobre Panamá, con el mismo fin de obtener un trabajo bien pagado. Mucha de esta gente se quedó en el istmo y su descendencia ya es parte de nuestro país.

Otras colonias numerosas y fuertemente consolidadas por su religión y cultura han llegado a ser parte de nuestro país. Los griegos, los hebreos, los árabes e hindúes arribaron a principios del Siglo XX a Panamá y se convirtieron en las comunidades comerciales más prósperas de la región.

Pese a las diferencias obvias entre algunos grupos del Medio Oriente, como el caso de los judíos y los musulmanes, acá estas comunidades mantienen una tolerancia evidente en los lugares donde realizan negocios. La Zona Libre de Colón, por ejemplo, es un sitio en donde los dos grupos prosperan y se respetan.

Quién lo diría. Si acá en Panamá los hebreos y los árabes pueden tolerarse o hasta hacer negocios, ¿porqué no será lo mismo en Medio Oriente, en donde se desangran en guerras fraticidas y terribles desde hace seis décadas?

Los nacionales de Panamá debemos aprender de estas comunidades extranjeras que han llegado al istmo para establecerse y tomar en cuenta su sendero, pues muchos de las hoy ricas familias y empresas foráneas, fueron fundadas por gente sin un centavo, que supo ahorrar hasta sacrificarse, para luego implantar un negocio propio y echar hacia delante.

Los próximos años se pintan como prósperos para Panamá, y el ciudadano común debe aprovechar las ventajas de tener una sociedad muticultural.

Aquel hombre del campo y esa mujer de la ciudad, que es representación de la mezcla de razas, tiene aún la esperanza de obtener una mejor vida. Cabe entonces esperar que las autoridades y líderes comunitarios guíen a los menos afortunados hacia la senda del progreso, tal como lo lograron los primeros migrantes extranjeros, que con su sudor y lágrimas construyeron la vía acuática más importante del mundo.



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