El anticuario Tomás Reinesius (1587-1667 ) en su obra Lecciones de la antigüedad relata que en Bolonia, Italia, se encontró una lápida romana la cual dice que Clodius Hermipus, vivió 115 años y cinco días gracias al aliento de las mujeres jóvenes. Esto era posible porque los romanos creían que la juventud, la belleza y la salud de una mujer joven, eran curativas.
El primer ejemplo de este antiguo remedio para caballeros decrépitos lo encontramos en el Libro primero de los Reyes, en la Biblia cuando los israelitas buscaron a una virgen para mitigar la ancianidad del rey David. " Y buscaron a una moza hermosa por todo el termino de Israel y hallaron a Abisag, la sunamita y trajéronla al rey. Y como era hermosa, lo calentaba y le servía mas, el rey nunca la conoció.
Según las memorias del escritor Ratif de la Brentone la cura de Abisag, estuvo de moda en París en el siglo XVIII. Madame Janus ofrecía la medicina. Tres jóvenes mujeres se turnaban durante 24 horas, para soplar su aliento por el cuerpo del afortunado, pero como los franceses no eran como el Rey David, la perspicaz madame Janus pedía un cuantioso depósito, que el anciano perdía si violaba el precepto bíblico que decía mas el rey nunca la conoció.
Como es fama la creencia de que el aliento de una mujer joven es un bálsamo rejuvenecedor ha llegado hasta nuestros días, puesto que algunos maridos tienen la costumbre de abandonar a su esposa pasada en años, para escaparse con una jovencita y los concursos de belleza contienen ese aliento misterioso que la tradición ha deparado a las mujeres jóvenes. Por suerte en nuestra época existen otros remedios para mitigar los rigores de la edad, pero como dice el filosofo inglés Francis Bacon, si bien es cierto que la juventud, la belleza, y la salud de una mujer no contienen el espíritu de la vida, al menos es un buen consuelo saber que en ellas si encontramos la vida del espíritu.