En la mucha o poca experiencia que tengamos en una empresa o entidad pública, hay ocasiones en las cuales nos topamos con unidades para las que conducirse de manera recta no es una opción.
Son fanáticos del facilismo, el amiguismo, el ventajismo, y todos los "ismos" con una connotación negativa. Pero peor aún, usan las mentiras, la "sapería", la "lambonería", los bochinches y las trampas para serrucharle el piso a compañeros con los que no se lleva. O bien usa sus artimañas con el fin de obtener un puesto que otro está asumiendo.
Estamos hablando de un conspirador, o conspiradora. La palabra "maquiavélico" se aplica perfectamente a ellos. Y es una desgracia para este país que haya tantos por ahí haciendo daño.
Cada vez que hablamos sobre individuos de este tipo, nos vemos obligados a mencionar nuevamente la cultura del "juega vivo", el lado oscuro de la idiosincracia panameña.
El conspirador es el "juega vivo" consumado. Un individuo que se las sabe todas y las usa siempre para echarle tierra en los ojos al resto del mundo.
¡Cuántos buenos trabajadores de este país, tanto en la empresa privada como en el gobierno no han perdido injustamente sus trabajos por causa de los conspiradores!
Hay que cuidarse celosamente las espaldas de estas serpientes, que nos muestran una sonrisa cariñosa cuando las tenemos de frente, pero que inmediatamente salimos de la oficina, nos maldicen y trabajan con ahínco para sacarnos de su camino.
Hay algunos que cuando los identifican, prefieren apartarse de ellos. Otros, un poco más astutos, prefieren tenerlos cerca, poniendo en práctica ese viejo adagio de que "a tus amigos hay que tenerlos cerca, y a tus enemigos, aun más cerca", para así descubrir lo que traman. De cualquier forma, hay que estar siempre con la guardia en alto.
