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Queso por fuera, droga por dentro

Por: Hermano Pablo | Reverendo

"Son quesos", dijeron las hermanas Estela y Lidia Uribe, de veintidós y de diecisiete años de edad, cuando abordaban el autobús en el interior de México. "Son quesos", volvieron a explicar al hacer transbordo a otro autobús. "Son quesos", insistieron al cruzar el puesto fronterizo aduanal de Las Norias, Texas.

"Son quesos", repitieron por centésima vez, cuando ya bien adentro de Estados Unidos les preguntaron acerca de los dos grandes canastos que portaban. Pero cuando les pidieron que partieran uno de esos quesos, encontraron que estaba lleno de cocaína. En total había cuarenta y dos kilogramos de cocaína escondidos dentro de ochenta y cuatro quesos. "No es oro todo lo que reluce, ni es queso todo lo que huele a queso", comentaron los guardias.

El viejo refrán tiene mucho de cierto. No es oro todo lo que reluce, como tampoco es queso todo lo que se quiere hacer pasar por queso. En el caso de las hermanas Uribe, dentro del sabroso producto lácteo se ocultaba la mortífera droga. Así mismo, no es inteligente todo el que parece serlo. Tener inteligencia para dedicarla al contrabando no es inteligencia. Es apenas astucia malévola que siempre trae sus consecuencias.

Aquí también cabe añadir que no es amor todo lo que dice ser amor. Un hombre puede jurarle amor a una joven con las palabras más dulces de su lengua. Pero si lo único que busca es una noche de placer sexual, eso no es amor sino vileza seductora.

Tampoco es sabiduría todo lo que parece sabio. Creer que es sabiduría hacer caso omiso de la eterna ley moral de Dios es necedad. Sostener que no hay leyes morales absolutas, lo cual viene a ser igual a decir que no existe Dios, no es sabiduría; es la torpeza más grande que puede existir. No creer en Dios ni en su código moral no libra a nadie de las consecuencias mortales de la infracción de ese código.

Es craso error pensar que todo lo que se hace pasar por religión es religión verdadera. La religión, en el sentido divino, es la religación del ser humano con su Creador, la religación de un alma que anduvo perdida, con su Padre celestial. Y si una religión no cumple con esa definición, entonces no es religión sino engaño y superchería.

Sólo teniendo a Cristo en el corazón, y estudiando seriamente su divina Palabra, podremos juzgar y discernir con sabiduría todas las cosas. Él quiere ser nuestro Salvador hoy mismo.



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