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Pocos marcos y pocos minutos

Hermano Pablo | Reverendo

«No seas tonta. Tú no tienes que llevar esa carga. Líbrate de ese problema. Puedes hacerlo en sólo diez minutos y por muy poco dinero.» Así le aconsejó la amiga a Mónika Schemper, quien se quedó meditando largo rato.

Mónika tenía un problema. Era un problema que iba con ella a todas partes, porque era parte de ella misma y crecía de día en día. Mónika estaba embarazada. En el vientre llevaba un hijo no deseado, y su amiga le decía que le era fácil eliminarlo «por pocos marcos y en pocos minutos».

La muchacha no lo pensó más. Fue a una clínica donde practican abortos y, en efecto, en diez minutos y por pocos marcos, la libraron de su problema, ¡de su hijo!

Sin embargo, hay en esto mucho más que un sencillo proceso quirúrgico. El profesor Petersen, de la Clínica Ginecológica de Hannover, Alemania, dice que la mujer que se hace un aborto no se libera de su problema. Más bien se crea una serie de problemas emocionales que la siguen toda la vida.

Lo primero que aparece es un sentimiento de culpabilidad. Después de la operación, comienza a recriminarle la conciencia. Tras la voz de la conciencia, viene la depresión. Y tras la depresión viene la apatía. La mujer pierde el gusto por la vida, y pierde, en un gran porcentaje, la intimidad en el amor conyugal.

Tras la apatía, viene la irritabilidad, y si está casada, entra un resentimiento y odio contra el marido. Esto le crea nuevos problemas, pues siente también odio hacia el médico y hacia los hombres en general, y sufre pesadillas y frigidez.

Abortar, cualquiera que sea el motivo, es cortar el proceso de una vida, porque la vida humana no comienza en el momento del nacimiento sino en el instante en que se realiza la concepción.

¿Será normal el embarazo sin padre ni madre? ¿Será normal que una adolescente, sin madurez y sin juicio, traiga a este mundo una criatura? ¡Claro que no! Pero tampoco es normal que miles y miles de seres humanos, creados a la imagen de Dios, sean arrojados, como desperdicio, a basureros.

A todo el que se la pida, Jesucristo le proporciona una medida justa de valores morales y le da el poder para hacer la voluntad de Dios. Señorita, señora, no se someta a prácticas destructivas. Con Cristo a su lado, usted puede vencer. Entréguele hoy su vida.



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