Corea del Norte anunció el cierre en diciembre próximo de su frontera con Corea del Sur en protesta por la gestión del Gobierno conservador de Seúl y entre las crecientes especulaciones sobre el estado de salud de su líder, Kim Jong-il.
En un comunicado enviado a Seúl, el régimen norcoreano comunicó oficialmente su decisión de "restringir y cortar todos los pasos por carretera de la línea de demarcación militar" que une a ambos países a partir del 1 de diciembre.
Pyongyang achaca a Seúl haber llevado la confrontación contra su país a un "nivel peligroso", pese a sus reiteradas advertencias.
Este puñetazo sobre la mesa de Pyongyang se produce cuando los rumores sobre la enfermedad del dictador norcoreano, Kim Jong-il, son más intensos.
Fuentes del espionaje estadounidense afirman que ya ha sufrido dos derrames cerebrales y que tiene paralizados el brazo y la pierna izquierdos, una situación de debilidad en lo más alto de la pirámide de poder norcoreano que podría tener consecuencias impredecibles.
Las autoridades surcoreanas reaccionaron al anuncio de Pyongyang y advirtieron que un cierre de la frontera tendría "efectos negativos" si la medida, que consideran "lamentable", llega a concretarse.