Los Kunas de tierra son diferentes a los que viven en la costa. Los primeros se mantienen puros y obcecados, a tal punto que botan las medicinas, leches nutritivas, galletas y medicamentos que les manda el gobierno, solo se quedan con algunos ungüentos mentolados. Prueba de ello que ninguno fue presa del guayacolato.
La desnutrición campea, aún así, se limitan a comprar: azúcar, cerveza y guaro. Todo "machi" de Narganá o Ustúpo que camine por los pueblos al sur de Madugandi o Wargandi, sufre con el dialecto original Tulegaya, pero igual cobra dinero hasta por el aire que se respira, a todo panameño o extranjero que pise sus tierras.
Estos Kunas reclaman 154 millones de dólares al Estado y no me extraña, pues son igual de pedigüeños y aprovechados que miles de panameños, afectados con la deplorable cultura paternalista y corrupta que nos mantiene sumidos en el subdesarrollo, a pesar que Panamá es el mejor país del mundo.
Hacia los Kunas allende Chepo, llegó una gira médica con un joven odontólogo. Cuenta el doctor, que del rastrojo salieron autóctonos armados gritando: "5 dólar por cabeza". El voluntario que vivía de la mesada de sus padres, pagó primero. La banda se dividió en dos, quedándose al mando un indio flemático que gritó: "Un dólar más, para llevar". Se pagó y se llegó hasta una concentración de mujeres y niños que esperaban afuera de un rancho inmenso. El cortejo de salud preparó cubículos con telas, pues a los "machiguas" no les gusta que los vean. A los cinco minutos un feroz grupo de indígenas armó un tamborito babilónico, sacando del ranchón a empujones al doctorcito, que sin saber lo que ocurría era expulsado como un perro, por tomar el sillón del cacique para colocar su equipo médico. Ahora el Odontólogo no quiere saber de Kunas de mar y menos de tierra.