HabÃa una vez un hombre rico que tenÃa un esclavo muy sabio. Cierto dÃa el hombre envió a su esclavo al mercado para que le comprara la mejor comida que encontrara, ya que tenÃa varios amigos invitados y querÃa ofrecerles algo apetitoso. Asà que el esclavo fue al mercado y compró lengua, y al volver a casa, la preparó lo mejor que pudo.
CUANDO EL AMO LE PREGUNTó POR QUé HABÃA COMPRADO LENGUA, EL ESCLAVO LE DIJO:
Porque la lengua es lo mejor del mundo: con la lengua alabamos a los dioses, con la lengua cantamos las glorias de la patria, con la lengua le declaramos amor a la mujer amada, y con la lengua le brindamos consejo al mejor amigo.
EL AMO, RECONOCIENDO LA SABIDURÃA DE SU ESCLAVO, LE RESPONDIó:
Está bien, pero mañana me traerás lo peor que encuentres en el mercado.
Al dÃa siguiente, el esclavo volvió otra vez con lengua.
¿Por qué has vuelto a traer lengua? —le preguntó el amo—. ¿No decÃas ayer que es lo mejor del mundo? ¡Yo te pedà lo peor!
Es que, sin duda alguna, Señor —contestó el esclavo—, la lengua es también lo peor del mundo, porque con ella mentimos, con ella calumniamos, con ella blasfemamos de los dioses, con ella juramos en falso, y con ella insultamos al prójimo.
Esta fábula, atribuida al legendario Esopo, encierra una gran lección. La verdad es que la lengua en sà no es ni buena ni mala; es simplemente el instrumento con que se expresa el corazón. En realidad, es el corazón lo que es malo o bueno. Por eso dijo Jesucristo que «de lo que abunda en el corazón habla la boca».
De modo que podemos emplear la lengua para hacer el bien o para hacer el mal. El sabio Salomón lo resume en los siguientes proverbios: «Los labios del justo destilan bondad; de la boca del malvado brota perversidad»; «La lengua que brinda consuelo es árbol de vida; la lengua insidiosa deprime el espÃritu»; «El charlatán hiere con la lengua como con una espada, pero la lengua del sabio brinda alivio»; «Con la boca el impÃo destruye a su prójimo»; «los labios del sabio son su propia protección».
¡Qué bueno serÃa que, al igual que Salomón, le pidiéramos a Dios sabidurÃa por sobre todas las cosas, y que, al igual que David su padre, le pidiéramos a Dios que creara en nosotros un corazón limpio! De hacerlo asÃ, nuestra lengua, cual fuente de vida, no harÃa más que destilar bondad y brindar consuelo y alivio.