Causa gran interés el contenido de este tema, razón por lo que cito su lectura obtenida de la obra Oración y meditación, cuyo autor es el famoso prosista místico religioso: Fray Luis de Granada. Fue un moralista que juzgó la sociedad desde el punto de vista de la justicia y el amor, dándonos páginas de arrebatadora belleza y de fino encanto.
He aquí el fondo o núcleo del contenido: Camina, pues, el inocente al lugar del sacrificio con la carga tan pesada sobre los hombros tan flacos, le seguían mucha gente, y muchas piadosas mujeres que con sus lágrimas le acompañaban: ¿quién no había de derramar lágrimas viendo al Rey de los ángeles caminar paso a paso con aquella carga tan pesada, temblando las rodillas, inclinando el cuerpo, con los ojos mensurados, el rostro sangriento, con aquella guirnalda en la cabeza, con aquellos tan vergonzosos clamores y pregones que daban contra él?. Entretanto, ánima mía, aparta un poco los ojos de este cruel espectáculo, y con pasos apresurados con aquejados gemidos, con ojos llorosos camina para el palacio de la Virgen ; y cuanto a ella llegares, derribado ante sus pies, comienza a decirle con dolorosa voz: ¡Oh señora de los ángeles, reina del cielo, puerta del paraíso, abogada del mundo, refugio de los pecadores, salud de los justos, alegría de los santos, maestra de las virtudes, espejo de limpieza, título de castidad, dechado de paciencia y suma de toda perfección!. ¡Ay de mi señora mía!. ¿Para qué se ha guardado mi vida para esta hora?, ¿cómo puedo vivir habiendo visto con mis ojos lo que vi?¿Para qué son más palabras? Dejo a tu unigénito Hijo y Mi Señor en manos de sus enemigos, con una cruz a cuestas para ser ella justificada...
¿Qué sentido puede aquí alcanzar hasta dónde llegó este dolor a la virgen? Desfalleció aquí su ánima y cabriolé la caía y todas sus virginales miembros de un sudor de muerte, que bastará para acabarle la vida, si la dispersión divina no la aguardara para mayor trabajo y para mayor corona.
Camina, pues, la Virgen, en busca de su hijo, dándole el deseo de verle las fuerzas que el dolor le quitaba. Cit... Fray Luis de Granada.