No entender una señal

Hermano Pablo
El capitán Charles Loughlin, del submarino americano Queenfish, miró por el objetivo del periscopio. El carguero japonés Awa Maru cruzaba por delante de su nave. El blanco era nítido, cercano, inequívoco. Era entonces el primero de abril de 1945. El capitán dio la orden de disparar dos torpedos. Los mortíferos artefactos dieron en el blanco, y el Awa Maru se hundió en pocos minutos. Perecieron en el naufragio sus 2.003 tripulantes. Pero todo había sido un error, un trágico error de la guerra. El carguero japonés conducía suministros para los prisioneros americanos en Japón, y llevaba salvoconducto del gobierno americano. El capitán del submarino no había entendido la señal que se le había dado por radio, y ese fue su error. Hundió un barco inocente, produciendo una dolorosa tensión tanto en Japón como en Estados Unidos. No entender una señal es siempre peligroso. Puede ser una señal sencilla, tal como la que dice: «Pintura fresca». Pero si no la vemos o entendemos, y nos sentamos en el banco recién pintado, arruinamos el traje. Puede ser una señal más seria, como la que dice: «Peligro de muerte: cables de alta tensión». No entender esa señal puede matarnos. O puede ser: «Veneno: no ingerir». Esta también puede matarnos si no la leemos o entendemos, o si la desoímos. Pero hay algunas señales serias y alarmantes, que sin embargo suelen pasar desapercibidas, y se descubren sólo cuando el mal ha avanzado mucho. Estas son de vital importancia para los padres de familia. Si ven que su hijo de catorce o quince años comienza a mostrarse retraído o ensimismado; si lo ven quedarse largos ratos solo en su cuarto, o hacer furtivas llamadas telefónicas; si lo notan nervioso, inestable, con persistente uso del pañuelo, o con los ojos enrojecidos; si lo ven pasar rápidamente de un estado de depresión a uno de súbita hilaridad o exaltación, ¡cuidado! Su hijo puede estar usando drogas. Como padres y madres debemos poner sumo cuidado en la vigilancia de nuestros hijos, porque son el tesoro del futuro que Dios ha puesto en nuestras manos. Cualquier señal rara que el muchacho o la niña den, ¡debe ser atendida! Pidámosle a Cristo la sabiduría y el poder espiritual necesarios para tener hogares limpios y familias sanas, libres del espanto de la droga y de cualquier otro mal físico o moral.
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