Pareciera que hasta los niños de teta, sospechan que existe mucho oro dormido debajo de los cerros Capireños Trinidad y Campana. La alegría que se desborda en los rostros de profesores, maestros y niños, obliga a uno a preguntar cuál es la esperanza? ¿Quién les ha prometido qué cosa, en estos tiempos de gobiernos cada vez más absurdos? Entonces por lo que responden, se sabe que la sensación de felicidad que reina, no es por los engaños despiadados de los gobernantes sino, que se acercan las fiestas patrias.
Noviembre y Diciembre, son mágicos en todos los poblados capireños. Camine por las cordilleras de Cacao o Caimito y usted observará a los niños saltando en un solo pie, incluyendo a los que sufren en las endémicas llagas, así como también a los famélicos que no han crecido normalmente, por la excesiva falta de arroz con huevo.
Y para más regocijo de noviembre a final del año... Dios se hace cómplice y entonces, en ese paraíso verde las cigarras intervienen vibrando como churúcas después que las mirlas despiden la claridad del día. Cantan fuerte esas cigarras a las seis de la tarde y no queda un solo "pelao" en los caminos, todos se retiran a soñar con las fiestas patrias y con la navidad.
Por esa alegría, los santeños de Capira me incluirán en la comisión de aseo, cosas que antes del festejo del Grito de Independencia se haya barrido, desde la venta de quesos, hasta la fabrica de pastelitos de mi suegro, el finado Quintero. Y, antes del día de los difuntos, también quisiera barrer el peatonal que sirve de paso a los niños de la Federico Boyd, pues está lleno de papeles y más descuidado que la tenebrosa Caja de Seguro Social.