El reo Celso Antonio Padilla creyó que era más vivo que nadie, y pretendió imitar los actos de desaparición de los grandes ilusionistas del mundo.
El recluso se mostró confiado porque los que se han escapado del Hospital Santo Tomás en los últimos meses, han corrido con tan buena suerte que varios de los hoy prófugos, todavía no aparecen.
Resulta que Padilla, quien permanecía internado en la Sala 7 de dicho centro hospitalario, quiso aprovecharse de su condición de salud para darse a la fuga, pero el tiro le salió por la culata, pues no contaba con que fue visto por una unidad policial que le pareció extraño ver a un hombre de su tamaño en pijamas por las calles.
Al final, los sueños de libertad a ese recluso de La Joyita sólo le llegaron desde la puerta del hospital hasta la Plaza Porras, donde fue capturado y remitido nuevamente a su cama de hospital, paso previo del regreso a su celda.