Primera Parte
Queridos hermanos y hermanas: Con ocasión de la Jornada mundial de las misiones quiero invitaros a reflexionar sobre la urgencia persistente de anunciar el Evangelio también en nuestro tiempo. El mandato misionero sigue siendo una prioridad absoluta para todos los bautizados, llamados a ser "siervos y apóstoles de Cristo Jesús" en este inicio de milenio.
Como modelo de este compromiso apostólico, deseo indicar de manera particular a san Pablo, el Apóstol de los gentiles, pues este año celebramos un jubileo especial dedicado a él. 1. La humanidad necesita liberaciónLa humanidad necesita ser liberada y redimida.
La creación misma -dice san Pablo- sufre y alberga la esperanza de entrar en la libertad de los hijos de Dios (cf. Rm 8, 19-22). Estas palabras son verdaderas también en el mundo de hoy. La creación sufre. La humanidad sufre y espera la verdadera libertad, espera un mundo diferente, mejor; espera la "redención".
El panorama internacional, por una parte, presenta perspectivas prometedoras de desarrollo económico y social; y, por otra, ofrece a nuestra atención algunas fuertes preocupaciones por lo que se refiere al futuro mismo del hombre.
La violencia marca las relaciones entre las personas y entre los pueblos; la pobreza oprime a millones de habitantes; las discriminaciones e incluso las persecuciones por motivos raciales, culturales y religiosos obligan a muchas personas a huir de sus países; cuando el progreso tecnológico no tiene como fin la dignidad y el bien del hombre, ni está ordenado a un desarrollo solidario, pierde su fuerza de factor de esperanza, y corre el peligro de acentuar los desequilibrios y las injusticias ya existentes.
Existe, además, una amenaza constante por lo que se refiere a la relación hombre-ambiente, debido al uso indiscriminado de los recursos. Ante este escenario, "agitados entre la esperanza y la angustia, nos atormenta la inquietud" (Gaudium et spes, 4), y nos preguntamos preocupados: ¿qué será de la humanidad y de la creación? ¿Hay esperanza para el futuro?, o mejor, ¿hay un futuro para la humanidad? ¿Y cómo será este futuro? A los creyentes la respuesta a estos interrogantes nos viene del Evangelio.