Pericles fue el Padre de la filosofía democrática universal. Trasmitió a su pueblo desde un principio el gozo inmortal de ser libre, capitalizando las venturas que nos hereda el sistema basado en las facultades autónomas, impulsando la fuerza protagonista de la libertad, organizando programas inquebrantables.
Fue el foco precursor de la luz que no se apagó jamás, donde al rico y al pobre, al ambicioso y al comedido se les destinan igualitarios privilegios. Es el paraguas cuya sombra, abarca el mundo conocido. iAy de aquellos que les esté denegado aunque sea una miera de esta capa protectora!
Y el movimiento se ha extendido como espuma, aceptado con insólita rapidez por los pueblos que desean construir un admirable y sólido futuro. Los derechos sociales, políticos y económicos no podrán ser vulnerados, sus raíces que evidencian la firmeza ostentativa jamás se destronarán, pues es aquí donde se sostiene la opulenta y cautivadora planta de la libertad. Cambios veloces y receptivos acudieron a preparar el terreno, secundando la efectiva solidez, obteniendo los beneficios apropiados ennobleciendo el siglo con su nombre: siglo de Pericles.
En esta fecha tan alejada que nos separa de aquellos acontecimientos sensacionales, ¿por qué en Panamá sólo hay dos partidos que se presentan todos los quinquenios en las diferentes refriegas políticas?
Debemos tener cada lustro ese hombre o mujer que sintetice nuestros consentimientos, delegándonos la facultad de escoger, herencia secular de todo pueblo independiente. Los gobernantes tienen que gobernar, estrechamente ligados a la voluntad popular en coalición con sus necesidades, puntos potestativos y evidentes de enlace que confirman la fijeza del sistema. Bajen a pulsar el pueblo y tendrán un aliado eficaz, en todo caso, dar la espalda, es el inicio de la carrera de la deserción despectiva.