Eso les dijo el desaparecido (asesinado) general Omar Torrijos Herrera al estudiantado panameño: "...Empujen, pero no se desboquen. Critiquen, pero no destruyan. Protesten, pero no conspiren...".
La modalidad de las protestas en estos tiempos son muy semejantes a las épocas de las barbaries, cuando el ser humano era una criatura poco menos que un animal. Más, habiendo evolucionado en el tiempo y el espacio, y siendo receptor de los más sofisticados adelantos que la ciencia y la tecnología han puesto a su disposición, resulta incomprensible, y a todas luces inconcebible, que a estas alturas los panameños sintamos como una obligación, un deber, recurrir al cierre de calles, a la tiradera de piedras, a la destrucción de la propiedad privada, y a cuanto desmán se nos ocurra, dizque para hacernos "oír".
En otros tiempos, cuando los más grandes gremios obreros - hablo del SITIRHE, el SITINTEL, la Asociación de Maestros Independientes, entre otros - protestaban, aquello era multitudinario, pero no se rompían vidrieras, ni se reventaban los parabrisas de los carros, y tampoco se agredía a terceros. El gobierno escuchaba. Y a pesar de la existencia del SUNTRACS, de la FEP, del FER-29, entre otros de corte izquierdista, que eran los más radicales, nunca se vivió momentos tan dramáticamente violentos como ocurrió el jueves 11 de septiembre, cuando el panameño se desbocó, destruyó y conspiró (algo muy parecido, proporciones guardadas, a lo vivido durante los días posterior a la invasión del 20 de diciembre de 1989).
Personalmente intuyo que hay algo mucho más tenebroso que subyace bajo la inocente apariencia de la simple remoción de un funcionario. Es más, si nos remitimos a la página 6 del diario La Prensa del viernes 12 de septiembre, allí aparece una larga lista de mucha gente que le 'hacen sombra' al Licdo. Jované, información ésta que de seguro ha abierto bocas y levantado muchas cejas. ¡Au Revoir! |