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Miércoles 8 de septiembre de 1999


MENSAJE
Ocho mil tratados de paz en trescientos años

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Hermano Pablo
Crítica en Línea

Un estudio histórico del Profesor Pedro A. Sorokin demuestra que en los últimos trescientos años de la historia se han firmado nada menos que ocho mil tratados de paz entre las naciones. Esos tratados de paz han tenido una duración promedio de apenas dos años antes de ser quebrantados.

Y eso no es todo. A lo largo de 3.358 años de historia, los años de paz que ha gozado el mundo alcanzan a sólo 227. Mientras tanto, de esos 3.358 años de récord historial, los años en que las armas y la violencia han ensangrentado el suelo suman 3.130.

En este último siglo las guerras han alcanzado una extensión y violencia de un grado nunca visto antes. La culminación ha sido la explosión de la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki en 1945, que exterminó la vida de 300.000 personas en un segundo.

Dice el profesor Sorokin que la razón de estas continuas guerras es la desmedida ambición de poder político de las clases gobernantes de algunos países.

Todo esto nos lleva a pensar en las palabras de Jesucristo: «La paz les dejo; mi paz les doy. Yo no se la doy a ustedes como la da el mundo» (Juan 14:27). Cristo le ofreció al hombre los principios dinámicos necesarios para lograr una paz permanente. Pero el hombre se tornó rebelde y desobediente. Por no aceptar la proposición de paz de Jesucristo, eliminó la paz de la tierra. Y el resultado está a la vista.

Con la paz sucede lo mismo que con todas las otras bendiciones que Cristo nos ofrece. Estas bendiciones son gratis, tales como la salvación, la salud, la verdad, el conocimiento de Dios, la armonía y los bienes materiales. Pero el hombre cierra tercamente su oído a la Palabra de Dios y cierra su corazón al llamado de Cristo, y el resultado está a la vista.

La paz verdadera, la que buscan con sinceridad muchos jefes de estado, así como muchos pensadores y religiosos, comienza en el corazón del hombre. Cuando en el corazón, alterado y afiebrado por el pecado, se hace la paz, entonces se pone el primer cimiento del edificio de la paz del mundo.

¿Tenemos paz en el corazón? ¿Hay serenidad y armonía en nuestra alma el día de hoy? ¿Disfrutamos de un sentir de bienestar? Si no es así, y no hay paz en nuestra alma, debemos acudir a Cristo. Él es el Príncipe de paz que traerá paz a nuestro corazón.

 

 

 

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