MENSAJE
Ocho mil
tratados de paz en trescientos años
Hermano Pablo
Crítica en Línea
Un estudio histórico
del Profesor Pedro A. Sorokin demuestra que en los últimos
trescientos años de la historia se han firmado nada menos
que ocho mil tratados de paz entre las naciones. Esos tratados
de paz han tenido una duración promedio de apenas dos
años antes de ser quebrantados.
Y eso no es todo. A lo largo de 3.358 años de historia,
los años de paz que ha gozado el mundo alcanzan a sólo
227. Mientras tanto, de esos 3.358 años de récord
historial, los años en que las armas y la violencia han
ensangrentado el suelo suman 3.130.
En este último siglo las guerras han alcanzado una
extensión y violencia de un grado nunca visto antes. La
culminación ha sido la explosión de la bomba atómica
sobre Hiroshima y Nagasaki en 1945, que exterminó la vida
de 300.000 personas en un segundo.
Dice el profesor Sorokin que la razón de estas continuas
guerras es la desmedida ambición de poder político
de las clases gobernantes de algunos países.
Todo esto nos lleva a pensar en las palabras de Jesucristo:
«La paz les dejo; mi paz les doy. Yo no se la doy a ustedes
como la da el mundo» (Juan 14:27). Cristo le ofreció
al hombre los principios dinámicos necesarios para lograr
una paz permanente. Pero el hombre se tornó rebelde y
desobediente. Por no aceptar la proposición de paz de
Jesucristo, eliminó la paz de la tierra. Y el resultado
está a la vista.
Con la paz sucede lo mismo que con todas las otras bendiciones
que Cristo nos ofrece. Estas bendiciones son gratis, tales como
la salvación, la salud, la verdad, el conocimiento de
Dios, la armonía y los bienes materiales. Pero el hombre
cierra tercamente su oído a la Palabra de Dios y cierra
su corazón al llamado de Cristo, y el resultado está
a la vista.
La paz verdadera, la que buscan con sinceridad muchos jefes
de estado, así como muchos pensadores y religiosos, comienza
en el corazón del hombre. Cuando en el corazón,
alterado y afiebrado por el pecado, se hace la paz, entonces
se pone el primer cimiento del edificio de la paz del mundo.
¿Tenemos paz en el corazón? ¿Hay serenidad
y armonía en nuestra alma el día de hoy? ¿Disfrutamos
de un sentir de bienestar? Si no es así, y no hay paz
en nuestra alma, debemos acudir a Cristo. Él es el Príncipe
de paz que traerá paz a nuestro corazón.
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